NO ME HE FUMADO UN CANUTO
Solamente pensaba en alto sobre cuatro mariconadas.

El otro día os
contaba que no me había gustado la película Amor porque hablaba de la realidad
más negativa que nos podemos encontrar al enfrentarnos a una enfermedad
terminal en la vejez. Era un reflejo de lo que viven muchos ancianos cuando no
pueden valerse por si mismos pero hoy le daba vueltas a la situación y
descubría otro motivo por el que no me gustó ver la película el viernes, al
comenzar el fin de semana.
El tiempo es
limitado, la existencia fugaz, los años se enredan en los días y los meses duermen en
el pastillero. El reloj nos marca, aunque no sea el dueño del tiempo, aunque,
como decíamos el otro día, acabe engañándonos con sus prisas. La lentitud de la
película obligaba a contemplar los estragos de ochenta años vividos, a
rebelarnos contra el reloj y soñar con prolongar la finitud de las cosas. Me
imagino que esto me puso por un momento triste a pesar de saberlo y detenerme
muchas veces a ser consciente de ello.
El otro
tiempo, el de las borrascas y vientos huracanados, el de los fuegos incontrolados
en Australia mientras nos ahoga el Ebro con sus crecidas, el de las sequías
persistentes y los huracanes, el que acaba lentamente con la Tierra … solamente le
preocupa a la Humanidad
y la humanidad no tiene conciencia de su fugacidad, cree que tras una vida
vendrá otra y que nadie puede asustarle con la desaparición del planeta. Es un
tiempo donde el capitalismo aprendió a sacar ventaja para llenar de inútiles
millones sus ya repletas cajas llenas de tesoros inútiles.
Yo esta mañana
vivía otro tiempo bajo un sol envuelto en gotas de lluvia fina. Todo estuvo
detenido durante un instante cuando aquellas gotas apenas insinuaron su
existencia sobre un fondo de nubes blancas. Existen los momentos donde el reloj
no es el dueño de las horas, donde quedamos prendidos entre unas manos o en el
fondo hermoso de un recuerdo, entonces podemos olvidar la fugacidad inevitable
de los años y transportarnos al infalible mundo de los sueños.
Si rozas los
sueños con tus manos, a la luz de la luna, el tiempo se detiene para olvidar la
cordura e instalarnos en el otro lado del todo donde tardará en dominar la
nada. No pienso dejar mis sueños en manos del reloj, prefiero luchar
por vivirlos con con el dulce sabor de la eternidad.
¿Tendrán
corazón los relojes?
¿Habrán medido
el tiempo que le queda a la humanidad?
Nunca podrán
imponer la prisa a una mirada, a unas manos enlazadas o a unas gotas de lluvia
flotando bajo del sol de enero.
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