¿NO LES MIMAMOS EN EXCESO?
Los padres querían mucho a sus hijos pero no siempre
acertaron a educarles.
La espera de algo deseado forma más que el regalo
inesperado.
Los padres de
nuestros jóvenes y adolescentes están asustados y cargados de dudas y los
abuelos comienzan a decir en voz alta “ya os lo decía yo”. Muchos de estos
padres llegaron tarde a la sociedad del bienestar pero disfrutaron de medios
para dar a sus hijos cuanto podían imaginar. Se inició una carrera sin descanso
para complacer los más mínimos deseos de los niños y acabaron hipotecando
tiempo, para ganar dinero con el que poder comprar cuanto deseaban, y en muchos
casos su propia vida personal.
Los niños
mamaban cuando se les antojaba, comían cuando lo deseaban, les cambiaban los
pañales antes de haberlos manchado para evitar irritaciones y cualquier amago
de llanto era respondido con la satisfacción de sus deseos. Algunos aprendieron
rápido y con sus llantos se convirtieron en pequeños dictadores que abusaban
estrepitosamente de su poder cuando podían escenificar sus marranadas delante
de la sociedad que rodeaba a sus padres.
En general la
sociedad se preocupaba de hacerles la vida fácil para evitar frustraciones que
pudieran causar perjuicios a su personalidad. Les llegaban los regalos antes de
formular sus deseos, imponían sus caprichos en la familia con una aceptación
franciscana por parte de los progenitores. Todos olvidaron que la vida no
siempre sería de color de rosa, que tendrían que enfrentarse a problemas serios
en el mejor de los casos: el trabajo, el amor, los enemigos y los amigos, el
dinero, el horario…
Los abuelos rezongaban
por lo bajo que estaban educando mal a sus hijos con tantos caprichos, que
cuando se hicieran mayores sufrirían más, que lo más bonito de una regalo es
cuando se hace esperar… Vieron como aparecieron móviles, televisores,
videojuegos, ropa de marca, vacaciones a capricho de los niños o de sus amigos,
fiestas de comunión y besos múltiples sin tiempo para la pausa, para la
exigencia, para la contrapartida, para el respeto a los padres y callaron
porque eran los abuelos.
Ahora que la
sociedad ya niega el salario mínimo, que su mundo se vuelve oscuro con cada año
que cumplen, cuando el paro juvenil afecta a más de la mitad de los jóvenes y
los que trabajan van aceptando salarios y condiciones inimaginables en aquella
educación en que crecieron, no sabemos como sobrevivirán a las frustraciones para
las que no fueron entrenados. Muchos aún tienen el manto protector de los
padres proporcionando medios para calmar su angustia y sus caprichos pero
suponemos que el tiempo irá rompiendo esa seguridad de padres y crecerán las
dudas.
Cuando le
contaba a la luna que a mi me habían comprado pocas cosas creo que no me
escuchaba. El cielo azul de la mañana pedía a los abuelos que no pasen cuentas
con el pasado porque en otros tiempos muchas generaciones también se
equivocaron.
Ojo: Estoy pensando porque llevo
tantos días escribiendo en este blog. Cuando llegue a alguna conclusión os lo
cuento.
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