viernes, 22 de noviembre de 2013

¿NO LES MIMAMOS EN EXCESO?
Los padres querían mucho a sus hijos pero no siempre acertaron a educarles.
La espera de algo deseado forma más que el regalo inesperado.
                                   

Los padres de nuestros jóvenes y adolescentes están asustados y cargados de dudas y los abuelos comienzan a decir en voz alta “ya os lo decía yo”. Muchos de estos padres llegaron tarde a la sociedad del bienestar pero disfrutaron de medios para dar a sus hijos cuanto podían imaginar. Se inició una carrera sin descanso para complacer los más mínimos deseos de los niños y acabaron hipotecando tiempo, para ganar dinero con el que poder comprar cuanto deseaban, y en muchos casos su propia vida personal.
Los niños mamaban cuando se les antojaba, comían cuando lo deseaban, les cambiaban los pañales antes de haberlos manchado para evitar irritaciones y cualquier amago de llanto era respondido con la satisfacción de sus deseos. Algunos aprendieron rápido y con sus llantos se convirtieron en pequeños dictadores que abusaban estrepitosamente de su poder cuando podían escenificar sus marranadas delante de la sociedad que rodeaba a sus padres.
En general la sociedad se preocupaba de hacerles la vida fácil para evitar frustraciones que pudieran causar perjuicios a su personalidad. Les llegaban los regalos antes de formular sus deseos, imponían sus caprichos en la familia con una aceptación franciscana por parte de los progenitores. Todos olvidaron que la vida no siempre sería de color de rosa, que tendrían que enfrentarse a problemas serios en el mejor de los casos: el trabajo, el amor, los enemigos y los amigos, el dinero, el horario…
Los abuelos rezongaban por lo bajo que estaban educando mal a sus hijos con tantos caprichos, que cuando se hicieran mayores sufrirían más, que lo más bonito de una regalo es cuando se hace esperar… Vieron como aparecieron móviles, televisores, videojuegos, ropa de marca, vacaciones a capricho de los niños o de sus amigos, fiestas de comunión y besos múltiples sin tiempo para la pausa, para la exigencia, para la contrapartida, para el respeto a los padres y callaron porque eran los abuelos.
Ahora que la sociedad ya niega el salario mínimo, que su mundo se vuelve oscuro con cada año que cumplen, cuando el paro juvenil afecta a más de la mitad de los jóvenes y los que trabajan van aceptando salarios y condiciones inimaginables en aquella educación en que crecieron, no sabemos como sobrevivirán a las frustraciones para las que no fueron entrenados. Muchos aún tienen el manto protector de los padres proporcionando medios para calmar su angustia y sus caprichos pero suponemos que el tiempo irá rompiendo esa seguridad de padres y crecerán las dudas.
Cuando le contaba a la luna que a mi me habían comprado pocas cosas creo que no me escuchaba. El cielo azul de la mañana pedía a los abuelos que no pasen cuentas con el pasado porque en otros tiempos muchas generaciones también se equivocaron.


Ojo: Estoy pensando porque llevo tantos días escribiendo en este blog. Cuando llegue a alguna conclusión os lo cuento. 

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