6 DISFRUTANDO DEL BOSQUE DE CAN DEU
Siempre me he preguntado por qué nos dejaron vivir en la parte alta de la ciudad con este precioso bosque al lado. Ni la ventada ha podido con él y tenemos la suerte de poder disfrutarlo, yo sigo frecuentando sus senderos de vez en cuando.
En el primer cross que organizamos, sin la ayuda de las 400 motos del concejal de deportes, creo que acercamos el bosque a los niños. La coca cola nos ayudaba a que fuera mayor la asistencia porque nunca faltaba en su intento de crear adictos a su sabor y nosotros de pedirle que viniera porque era un aliciente más para pasar la mañana en el bosque.
Al comienzo sin dorsales, con maestros y monitores marcando la ruta y con la informalidad de dar premios informales (hasta medalla generalizada) aunque todos intentaban alargar la zancada para ganar al de al lado. Los maestros y monitores también hacían su carrera, unos acompañando a los alumnos y otros compitiendo entre ellos para disfrute de los niños que comprobaban que no todos habíamos nacido para ser figuras del cross.
Pedir los permisos, marcar recorridos, asegurar a los alumnos, pedir obsequios, publicitarlo, tener una ambulancia por si algo se torcía en la carrera... todo esto hoy parece de perogrullo pero hace 40 años a unos aprendices de todo les costaba hacer que 400 o 500 chicos y chicas disfrutasen de una bonita mañana (y disfrutar ellos también). Nos hacía visibles, el barrio se llenaba de grupos de niños aquellos sábados por la mañana y rompíamos la rutina de los partidos; convivir en el bosque mejoraba nuestra relación.
Defender el bosque, no dejar que avancen las casas amenazantes que hacen lejana la frontera de la plaza Montella o del campo del Tafat, ya Can Deu había asentado sus reales con aquellas viviendas que con sus colores llamaban la atención. ¡Qué regalo tener el bosque tan cerca! Espero que no haya más invasiones y que recuperemos lo que el viento nos robó.
Dejar el bosque como una patena era el último objetivo del día antes de comentar el ambiente y recuperar fuerzas. Las risas presidían el recuerdo de las anécdotas de las carreras de la mañana.
Cada año la misma historia, pero con más medios humanos y económicos. Ya todos llevaban su dorsal y ropa deportiva y hasta algún premio por detalles de deportividad o por haber participado, aunque llegara en última posición. Creo que muchos pisaron por primera vez el bosque y casi todos eran novatos en correr detrás de su sombra, en aquellos tiempos no había profesores de Educación Física en los centros y no existía la costumbre de pasear por lugares parecidos a la “ruta del colesterol”. Las preocupaciones eran otras...
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