EL TIEMPO NO SE DETIENE
Aunque los viejos tenemos relojes con diferente velocidad
que los jóvenes.
La normalidad del otoño podía mantener el calor del verano y
salir a la calle para decir lo que piensa esa mayoría silenciosa.
Es un sueño, siempre habrá algún listo, que nos coloque tras
una pancarta…
Los
jubilados vemos pasar el tiempo a una velocidad distinta que los jóvenes, nos
damos cuenta de que pasan las semanas porque se gastan las pastillas sin darnos
cuenta, cuando acabamos de asearnos al ritmo de abuelos, desayunar, leer el
periódico y cumplir con el deber de pasear ya ha desaparecido medio día. Al no
tener horario el tiempo corre más deprisa, quizá porque somos más conscientes
de que nos queda menos que al comenzar (perogrullada oportuna pero necesaria).
Sin
darnos cuenta todo se ha normalizado, las personas han acabado sus vacaciones,
el verano se está despidiendo amablemente y podemos ya preparar los paraguas
para el otoño. Volverán a caer, monótonas, las hojas de los árboles como el año
pasado y somos conscientes de que el tiempo no detendrá su ritmo y que urge llenar
de momentos que valgan la pena lo días para que tengan aquel poso que tenía un
beso infinito y eterno de los 16 años.
Cuando
salimos a dar el paseo de media mañana los niños ya están en el recreo y no se
escuchan los pájaros sino el griterío desafiando a la paz de la mañana. Al cabo
de un rato, al volver a pasar, vuelven a oírse los trinos porque los alumnos
están sentados en silencio escuchando alguna explicación que queda bastante
alejada de sus intereses. Ellos, en su silencio, esperan el momento de salir
para sacar su móvil y vivir en aquel otro mundo que les llama desesperadamente,
que se ha visto interrumpido por las normas, el de las redes sociales…
Las
tardes, después de cabecear el postre, cada día se hacen más cortas y la
oscuridad de las seis parece robar tiempo al tiempo, siendo el reloj consciente
de no son iguales sus horas con luz que las horas de la noche sin estrellas.
Las calles quedaran semivacías cuando llegue el frío y algunos habitantes de la
ciudad se verán obligados a pasear persiguiendo a sus perros que no quieren
enterarse de las heladas, ni de la lluvia, ni de las prisas con que sus dueños
quieren acabar en un momento de paseo…
Lo
que no cambiará será el panorama que nos rodea. Camps y Barberá sacando pecho a
pesar de que el auto que celebran, veladamente, les condena o les insulta por
ineptos. Pinocho en la ONU
sacando pecho como si no hubiera parados y sin esconder su nariz. Villalobos,
la verdulera que cree que los chóferes son tontos, Pons, Cospedal, y demás
mentes eminentes, honrarán el silencio de los sobres y la maldad de sus leyes.
Las personas que vivimos en este país seguiremos en silencio, aguantando,
leyendo tesis sobre caderas o insultando a la televisión en el secretismo del
comedor…
Todos
quieren para sí esa mayoría silenciosa, yo solamente espero que un día, más
bien pronto que tarde, comencemos a exigir por donde deben comenzar los
recortes y que temas son prioritarios para los ciudadanos. Hoy no hemos
encontrado la salida pero quizá mañana podamos detener el tiempo y que se obre
el milagro.
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