miércoles, 25 de septiembre de 2013

EL TIEMPO NO SE DETIENE
Aunque los viejos tenemos relojes con diferente velocidad que los jóvenes.
La normalidad del otoño podía mantener el calor del verano y salir a la calle para decir lo que piensa esa mayoría silenciosa.
Es un sueño, siempre habrá algún listo, que nos coloque tras una pancarta…

                                  

                     Los jubilados vemos pasar el tiempo a una velocidad distinta que los jóvenes, nos damos cuenta de que pasan las semanas porque se gastan las pastillas sin darnos cuenta, cuando acabamos de asearnos al ritmo de abuelos, desayunar, leer el periódico y cumplir con el deber de pasear ya ha desaparecido medio día. Al no tener horario el tiempo corre más deprisa, quizá porque somos más conscientes de que nos queda menos que al comenzar (perogrullada oportuna pero necesaria).
            Sin darnos cuenta todo se ha normalizado, las personas han acabado sus vacaciones, el verano se está despidiendo amablemente y podemos ya preparar los paraguas para el otoño. Volverán a caer, monótonas, las hojas de los árboles como el año pasado y somos conscientes de que el tiempo no detendrá su ritmo y que urge llenar de momentos que valgan la pena lo días para que tengan aquel poso que tenía un beso infinito y eterno de los 16 años.
            Cuando salimos a dar el paseo de media mañana los niños ya están en el recreo y no se escuchan los pájaros sino el griterío desafiando a la paz de la mañana. Al cabo de un rato, al volver a pasar, vuelven a oírse los trinos porque los alumnos están sentados en silencio escuchando alguna explicación que queda bastante alejada de sus intereses. Ellos, en su silencio, esperan el momento de salir para sacar su móvil y vivir en aquel otro mundo que les llama desesperadamente, que se ha visto interrumpido por las normas, el de las redes sociales…
            Las tardes, después de cabecear el postre, cada día se hacen más cortas y la oscuridad de las seis parece robar tiempo al tiempo, siendo el reloj consciente de no son iguales sus horas con luz que las horas de la noche sin estrellas. Las calles quedaran semivacías cuando llegue el frío y algunos habitantes de la ciudad se verán obligados a pasear persiguiendo a sus perros que no quieren enterarse de las heladas, ni de la lluvia, ni de las prisas con que sus dueños quieren acabar en un momento de paseo…
            Lo que no cambiará será el panorama que nos rodea. Camps y Barberá sacando pecho a pesar de que el auto que celebran, veladamente, les condena o les insulta por ineptos. Pinocho en la ONU sacando pecho como si no hubiera parados y sin esconder su nariz. Villalobos, la verdulera que cree que los chóferes son tontos, Pons, Cospedal, y demás mentes eminentes, honrarán el silencio de los sobres y la maldad de sus leyes. Las personas que vivimos en este país seguiremos en silencio, aguantando, leyendo tesis sobre caderas o insultando a la televisión en el secretismo del comedor…

            Todos quieren para sí esa mayoría silenciosa, yo solamente espero que un día, más bien pronto que tarde, comencemos a exigir por donde deben comenzar los recortes y que temas son prioritarios para los ciudadanos. Hoy no hemos encontrado la salida pero quizá mañana podamos detener el tiempo y que se obre el milagro.

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