LA PROSTITUCIÓN LA HACEN POSIBLE LOS
CLIENTES
La explotación
de los seres humanos acostumbra a enganchar a los más débiles que nunca podrán
volver a encontrar una vida tranquila.
Legalizar la
prostitución quizá quitaría poder a las mafias… aunque mejor que nadie tenga
que vender su cuerpo por dinero.
Mas de un 10 %
de jóvenes han visitado prostíbulos…
Coge tu billete y tu maleta
El trueno rueda por las vías
No sabes adónde te diriges
Pero sabes que no regresarás
La Organización
Internacional del Trabajo (OIT) calcula que aproximadamente
2,5 millones de personas al año son víctimas de trata con fines de explotación
laboral o sexual.
El
informe anual sobre trata de personas del Departamento de Estado de Estados
Unidos calcula que en el mundo hay 12,3 millones de personas, incluidos niños,
niñas y adolescentes, víctimas de explotación laboral, explotación sexual y
servidumbre.
De las mujeres que ejercen la prostitución en
toda Europa, una de cada siete es víctima de la trata de personas.
En España en junio de 2009 fueron encontrados
450 trabajadores chinos en 72 establecimientos clandestinos y fábricas de confección
en Barcelona. Pese a que vivían dentro las fábricas, sin electricidad ni
ventilación y trabajaban más tiempo del debido, el gobierno no reportó a
ninguna de esas personas ni siquiera como presunta víctima de trata.
El
mundo de los explotados es un mundo oscuro que no preocupa a los gobiernos y
que los que vivimos al lado acostumbramos a ignorarlo mirando para otro lado.
La prostitución en España mueve más de cinco millones de euros diarios, cada
ciudad , cada tramo de carretera, cada comarca tiene su casa de citas. Es un
mundo manejado por mafias que, en muchos casos, trajeron a las chicas engañadas
con la promesa de un empleo fijo, bien remunerado y que nada tenía que ver con
la venta de su cuerpo a personas que, abusando de su poder económico, deciden
poseer a una persona por un tiempo que creen pagar.
Los
prostíbulos, incontrolados en cuanto a seguridad e higiene, son un negocio
boyante que todos hacen por ignorar aunque reconocen sus luces de llamada.
Millones de visitas de ciudadanos respetables hacen que funcione la cadena de
explotación, no me atrevo a juzgarlos pero si creo que las personas que ejercen
la prostitución merecen respeto, capacidad de decisión y unas condiciones de
trabajo dignas si deciden traficar con su cuerpo por dinero.
La
explotación que están sufriendo chicas extranjeras roza la esclavitud, se les
inventan deudas que no llegarán nunca a pagar y se ejerce la violencia para
dominar su voluntad. No quiero pensar en las niñas o niños vendidos para
ejercer la prostitución y servir de experiencia privilegiada a turistas con dólares o euros en la cartera. Mientras tanto los gobiernos se preocupan de hablar del sexo de
los ángeles, de mujeres de 16 años que no pueden mantener relaciones
voluntarias con mayores, de acabar con el derecho al aborto o de condenar el
uso del preservativo instituciones que luego su jefe, el Papa, parece aceptar
con cara de no haber roto nunca un plato.
Estas
mujeres, en su mayoría extranjeras, son perseguidas por las mafias y por la
policía, son condenadas antes de pedirles su historial, no se intenta leer su
silencio, son culpables de que les paguen por abusar de sus cuerpos. Los que
pagan, millones de pagas, hasta pueden contarlo en el bar porque queda tan bien
visto como echar un cubata y parece
hablar bien de la capacidad sexual del varón que las frecuenta.
Hoy,
23 de septiembre, es el día
internacional contra la explotación y tráfico de mujeres. Contra la
explotación laboral (aquella que en vez de contratos solamente tiene horas,
obligaciones, vejaciones y miseria a la hora de cobrar). Estamos en tiempo de
fiesta, en tiempo de equinoccio, despidiendo el verano en este hemisferio
mientras allá abajo reciben a la primavera, lástima que todos no puedan tener
fiesta y celebraciones. ¡Qué bonito tener cariño y respeto! Quizá algún día el
mundo y sus gobernantes tomen alguna pastilla que les haga sensibles ante
tantas vidas truncadas por la explotación más salvaje.
¡Qué difícil
regresar cuando te atrapa el destino! Ellos y ellas saben que aunque se hayan equivocado
nunca regresarán.
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