domingo, 13 de octubre de 2013

DESCONFÍO DE LAS EMPRESAS FARMACÉUTICAS
Cuando me dan a elegir prefiero pasar de las pastillas.
Más de 20.000 niños nacieron deformados hace cincuenta años por la talidomida.
El juicio se celebra mañana. Lo ricos, las farmacéuticas, tienen otra justicia.

                           Víctimas de la talidomida aseguran que el fármaco se siguió vendiendo en España durante seis meses tras su prohibición    
  
Sueño y sedante perfecto sin efectos secundarios. Un medicamento barato y accesible a todo el mundo. La talidomida. Más de 20.000 niños nacieron con malformaciones por culpa de este maravilloso medicamento. Muchas personas tienen aún hoy atrofiadas sus extremidades a consecuencia de los efectos mortíferos del mismo.
En España entre 1957 y 1965 (prohibido en Alemania en 1961) se importaron partidas para unos 6.000.000 millones de dosis y se vendieron para calmar la ansiedad o las naúseas de personas embarazadas. Hace más de 50 años y mañana se celebra el juicio en España cuando en Alemania ya ni se acuerdan de cuando se cerró el pago de las indemnizaciones. Se vendieron durante cuatro años cuando el mundo ya sabía que eran dañinas para la salud.
Comento estos datos con una doble finalidad. Reafirmarnos en que la justicia es lenta con los poderosos (como comentaba el juez Silva ayer), en este caso 57 años lenta, casi pilla a todos los afectados en la tumba. Grotesco, pero cierto. Llamar la atención sobre el poder de las empresas farmacéuticas que más veces de la cuenta inducen a un consumo excesivo de medicamentos sin conocer sus efectos secundarios a largo plazo y de su falta de ética cuando del negocio se trata.
Creo que los efectos secundarios a largo plazo de muchos fármacos están por saberse. Muchas veces vemos cómo el cuerpo reacciona con alergias o que pierden efecto determinados medicamentos porque nuestro cuerpo se ha acostumbrado a ellos. No son un mal invento, son un milagro maravilloso que ha hecho la vida más confortable y duradera, pero cuando vemos cómo cambian los números en los análisis para exigir medicación (colesterol….) podemos sospechar que los intereses comerciales no son ajenos a ello para aumentar la demanda.
Yo he llegado a la conclusión que utilizar productos naturales con viejos remedios, para nuestros pequeños percances con la salud, nos hacen menos dependientes de los fármacos y espero que cuando algún día los necesite me hagan más efecto y no tengan tantos efectos secundarios. No me gusta tomar pastillas para todo aunque lentamente alguna se está introduciendo, sin mi beneplácito, en mi menú del desayuno…
Quizá viviendo más años no seamos más fuertes, quizá no trasmitamos más salud que generaciones anteriores, quizá los niños están más cargados de fármacos, alergias y secuelas… lo que tengo claro es que recelo de los medicamentos y no me fío de la industria farmacéutica pero cuando me duele voy al médico y, si no me da alternativa, acabo tragando esas pastillas sin sabor que dios sabe que contienen.
Aquellas mujeres y hombres que buscaban hacer desaparecer su ansiedad o sus naúseas no tuvieron la suerte de que la talidomida llegara al mundo sin controles. Era la panacea para muchos males, era barata, pero era una gran asesina disfrazada que siguieron consumiendo cuatro años en España sabiendo que malformada a niños por nacer…
Cuantos males traen consigo la ambición del dinero y la prisa por el progreso. Quizá aquellas hierbas que recogían las abuelas en las noches de luna llena o la noche de san Juan eran más seguras que esa cápsula que pide otra cápsula para mantener a raya al dolor. Hay otras enfermedades que no podemos controlar sino con el peligro de un puñado de pastillas, es el precio de alargar la vida cada vez un poco más.
Me gustan las novelas con brujas mágicas que curan con sus pócimas…



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