DESCONFÍO DE LAS EMPRESAS
FARMACÉUTICAS
Cuando me dan a elegir prefiero pasar de las pastillas.
Más de 20.000 niños nacieron deformados hace cincuenta años
por la talidomida.
El juicio se celebra mañana. Lo ricos, las farmacéuticas,
tienen otra justicia.
Sueño y
sedante perfecto sin efectos secundarios. Un medicamento barato y accesible a
todo el mundo. La talidomida. Más de
20.000 niños nacieron con malformaciones por culpa de este maravilloso
medicamento. Muchas personas tienen aún hoy atrofiadas sus extremidades a
consecuencia de los efectos mortíferos del mismo.
En España
entre 1957 y 1965 (prohibido en Alemania en 1961) se importaron partidas para
unos 6.000.000 millones de dosis y se vendieron para calmar la ansiedad o las
naúseas de personas embarazadas. Hace más de 50 años y mañana se celebra el
juicio en España cuando en Alemania ya ni se acuerdan de cuando se cerró el
pago de las indemnizaciones. Se vendieron durante cuatro años cuando el mundo
ya sabía que eran dañinas para la salud.
Comento estos
datos con una doble finalidad. Reafirmarnos en que la justicia es lenta con los
poderosos (como comentaba el juez Silva ayer), en este caso 57 años lenta, casi
pilla a todos los afectados en la tumba. Grotesco, pero cierto. Llamar la
atención sobre el poder de las empresas farmacéuticas que más veces de la
cuenta inducen a un consumo excesivo de medicamentos sin conocer sus efectos
secundarios a largo plazo y de su falta de ética cuando del negocio se trata.
Creo que los
efectos secundarios a largo plazo de muchos fármacos están por saberse. Muchas
veces vemos cómo el cuerpo reacciona con alergias o que pierden efecto
determinados medicamentos porque nuestro cuerpo se ha acostumbrado a ellos. No
son un mal invento, son un milagro maravilloso que ha hecho la vida más
confortable y duradera, pero cuando vemos cómo cambian los números en los análisis
para exigir medicación (colesterol….) podemos sospechar que los intereses
comerciales no son ajenos a ello para aumentar la demanda.
Yo he llegado
a la conclusión que utilizar productos naturales con viejos remedios, para
nuestros pequeños percances con la salud, nos hacen menos dependientes de los fármacos
y espero que cuando algún día los necesite me hagan más efecto y no tengan
tantos efectos secundarios. No me gusta tomar pastillas para todo aunque
lentamente alguna se está introduciendo, sin mi beneplácito, en mi menú del
desayuno…
Quizá viviendo
más años no seamos más fuertes, quizá no trasmitamos más salud que generaciones
anteriores, quizá los niños están más cargados de fármacos, alergias y secuelas…
lo que tengo claro es que recelo de los medicamentos y no me fío de la
industria farmacéutica pero cuando me duele voy al médico y, si no me da
alternativa, acabo tragando esas pastillas sin sabor que dios sabe que
contienen.
Aquellas
mujeres y hombres que buscaban hacer desaparecer su ansiedad o sus naúseas no
tuvieron la suerte de que la talidomida llegara al mundo sin controles. Era la
panacea para muchos males, era barata, pero era una gran asesina disfrazada que
siguieron consumiendo cuatro años en España sabiendo que malformada a niños por
nacer…
Cuantos males
traen consigo la ambición del dinero y la prisa por el progreso. Quizá aquellas
hierbas que recogían las abuelas en las noches de luna llena o la noche de san
Juan eran más seguras que esa cápsula que pide otra cápsula para mantener a
raya al dolor. Hay otras enfermedades que no podemos controlar sino con el
peligro de un puñado de pastillas, es el precio de alargar la vida cada vez un
poco más.
Me gustan las
novelas con brujas mágicas que curan con sus pócimas…
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