CIUDADES DESIERTAS
Entre la noche y el día, circulando por calles desiertas.
Sueños vivos, cajeros ocupados, olas testaduras en el
amanecer de la playa.
¿Por qué olvida la Constitución los derechos que promete?
La
ciudad estaba vacía, día de fiesta nueva y las personas aprovechan para no
descuidar su descanso. Las estrellas vigilando, las luces de las farolas
acariciando el asfalto, el coche rompiendo el silencio se adentra en una zona
de recreo donde la vida va saludando en cada esquina. Vestidos que desafían al
frío, personas que se tambalean inestables, parejas que intentan cerrar la
noche en compañía y tríos que abandonan los locales nocturnos repartiendo
soledades. Un momento de vida que atraviesa el coche sabedor de las muchas
horas de deseos que se extinguen con la noche, como tantas noches, para una
juventud destinada a volver mañana a hacerlas soñar.
De
nuevo la oscuridad, los carriles vacíos, la gran ciudad que parece no necesitar
tanto espacio para circular, la velocidad, los letreros con un avión marcando
el rumbo del volante hasta llegar a la terminal. De nuevo la vida vuelve a
aparecer fugazmente para romper el silencio, vuelos de billetes baratos, que
obligan a madrugar esperando que el destino hará más benigno el madrugón, el
equipaje ligero y el espacio justo para alejar de la mente la claustrofobia.
Ellos
marchan con sus sueños de puente nosotros nos quedamos en el coche, en casa, en
la rutina, en la noche, en la tranquilidad de disfrutar del tiempo sin prisas,
con el paladar de quien sabe de su valor y fugacidad. Al regresar las calles
vacías, la Rambla
desierta, solamente los cajeros ocupados por aquellos que sin tener nada
duermen rozando el dinero y el frío encadenado entre las calefacciones y el
mar. Esperando el día junto a la playa, la estrellas cansadas, el firmamento
tiñendo de un azul gris la claridad, las olas rompiendo, incansables, el
silencio.
Ha
nacido el día cuando abandonamos Barcelona para volver al cinturón, allá donde
se juntan cada día más parados y personas viviendo en precario. Tienen una
Constitución que les otorga derechos pero que se olvido de las personas que
deben disfrutarlos, no quieren celebrar el día y vuelven, como nosotros, a
reencontrarse con la almohada donde es más fácil olvidar los sinsabores y hacer
vivir los sueños que acariciamos en la playa al despertar el día.
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