domingo, 24 de diciembre de 2017

EL MILAGRO DE LA VIDA
Un cuerpo preparado para 2.500 millones de latidos y 500 millones de inspiraciones.
Un cerebro perfecto para guardar los recuerdos bonitos.
Cuanto tiempo perdido en no amar lo que vivimos y en olvidar lo pasado…

                          Resultado de imagen de fotografias del paraiso

            Hoy andaba con un amigo y nos hemos puesto medio minuto en plan  transcendental. Al llegar a casa he cogido la calculadora y he visto para cuantos latidos estaba preparado mi corazón y cuantas veces esperamos respirar. Son tantas que no me he puesto nervioso, aunque mi cuerpo ya ha gastado la mayor parte, sino que me he maravillado de las veces que, sin fallar, nuestros cuerpos nos regalan la vida hasta cuando estamos dormidos.
            Luego, ya en plan un poco subido de tono, he visto que recordamos los momentos hermosos del pasado y podemos pasar lista de lo que hacíamos mientras pasaba nuestro tiempo. Tenemos el regalo de sentir cada día mil cosas bonitas y gastamos demasiados latidos en despreciar, ignorar o menospreciar a quienes tenemos cerca. Y lo que mejor me ha sentado de mi cuerpo es que me permite hablar y comunicarme con aquellos a los que estimo, aunque muchas veces olvidamos expresar con ese don los sentimientos que guardamos.
            Por si fuera poco nos han regalado la luna llena, para consolar soledades, y mares con horizontes infinitos donde podemos dejar navegar la imaginación y los sentimientos hasta el horizonte del atardecer. Tenemos el otoño añorando y la primavera prometiendo vida, la nieve cubriendo las montañas y el verano invitando a la playa; nos marcan el tiempo para que no ignoremos los latidos, los recuerdos y los sentimientos. Unos cuerpos llenos de diferencias que no deberían abandonar el paraíso para enfadarse o enfrentarse por pequeñas cosas que vistas desde la luna, cercana y pequeña, son nimiedades que le hacen sonrojarse.
            Cuando eres joven no se te ocurre contar latidos, hablar de recuerdos o detenerte a valorar el tiempo, es el momento de vivir para atesorar experiencias y acelerar, de vez en cuando, los latidos y la respiración. Quizá olvidamos con frecuencia lo limitada que es esta máquina perfecta que es difícil adivinar como se construyó. Cuando lo piensas dejas de ser agnóstico y admites que los milagros existen y que cada uno somos una prueba de ello.
            ¡Lástima de tener unos pulmones y un corazón que se cansen de regalar vida! Aunque, pensándolo bien, quizá fuera aburrido vivir la eternidad. Ya que cada año llegan estas fiestas no estará mal disfrutarlas procurando evitar seguir los horrendos mensajes que los vendedores de cosas materiales no obligan a consumir.

            Yo intentaré cada día regalarme una sonrisa al despertar recordando el milagro que me permite escribir, amar y pensar.

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