EL
MILAGRO DE LA VIDA
Un cuerpo
preparado para 2.500 millones de latidos y 500 millones de inspiraciones.
Un
cerebro perfecto para guardar los recuerdos bonitos.
Cuanto
tiempo perdido en no amar lo que vivimos y en olvidar lo pasado…
Hoy andaba con un amigo y nos hemos
puesto medio minuto en plan transcendental.
Al llegar a casa he cogido la calculadora y he visto para cuantos latidos
estaba preparado mi corazón y cuantas veces esperamos respirar. Son tantas que
no me he puesto nervioso, aunque mi cuerpo ya ha gastado la mayor parte, sino
que me he maravillado de las veces que, sin fallar, nuestros cuerpos nos regalan
la vida hasta cuando estamos dormidos.
Luego, ya en plan un poco subido de
tono, he visto que recordamos los momentos hermosos del pasado y podemos pasar
lista de lo que hacíamos mientras pasaba nuestro tiempo. Tenemos el regalo de sentir
cada día mil cosas bonitas y gastamos demasiados latidos en despreciar, ignorar
o menospreciar a quienes tenemos cerca. Y lo que mejor me ha sentado de mi
cuerpo es que me permite hablar y comunicarme con aquellos a los que estimo, aunque
muchas veces olvidamos expresar con ese don los sentimientos que guardamos.
Por si fuera poco nos han regalado
la luna llena, para consolar soledades, y mares con horizontes infinitos donde
podemos dejar navegar la imaginación y los sentimientos hasta el horizonte del
atardecer. Tenemos el otoño añorando y la primavera prometiendo vida, la nieve
cubriendo las montañas y el verano invitando a la playa; nos marcan el tiempo
para que no ignoremos los latidos, los recuerdos y los sentimientos. Unos
cuerpos llenos de diferencias que no deberían abandonar el paraíso para
enfadarse o enfrentarse por pequeñas cosas que vistas desde la luna, cercana y
pequeña, son nimiedades que le hacen sonrojarse.
Cuando eres joven no se te ocurre
contar latidos, hablar de recuerdos o detenerte a valorar el tiempo, es el
momento de vivir para atesorar experiencias y acelerar, de vez en cuando, los
latidos y la respiración. Quizá olvidamos con frecuencia lo limitada que es
esta máquina perfecta que es difícil adivinar como se construyó. Cuando lo
piensas dejas de ser agnóstico y admites que los milagros existen y que cada
uno somos una prueba de ello.
¡Lástima de tener unos pulmones y un
corazón que se cansen de regalar vida! Aunque, pensándolo bien, quizá fuera
aburrido vivir la eternidad. Ya que cada año llegan estas fiestas no estará mal
disfrutarlas procurando evitar seguir los horrendos mensajes que los vendedores
de cosas materiales no obligan a consumir.
Yo intentaré cada día regalarme una
sonrisa al despertar recordando el milagro que me permite escribir, amar y
pensar.
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