PAPA NOEL, LOS REYES… Y LO QUE CAIGA.
Dos años después, sigo viendo lo mismo a mí alrededor
Mi bautizo, la comunión, mi santo, el cumpleaños, los invitados, los
abuelos… no me da tiempo a esperar el siguiente acontecimiento.
Hemos convertido la sorpresa en rutina y la alegría de lo inesperado en seguridad
de recibir lo demandado.
La espera, un punto educativo clave, y el esfuerzo para conseguir algo, van
huyendo de las vidas de niños, adolescentes y jóvenes.
Tenemos días para
todos en el año (la madre, el padre, los cumples…), los vendedores no dan
tregua ni a niños ni a mayores. Estos días coincidimos todos en el punto de
mira de su cuenta corriente y corremos a sus tiendas para no hacer quedar en
feo a la estadística del aumento del gasto y evitar que alguien dude de los
vaticinios de crecimiento de nuestro gran Pinocho. Luego ya veremos cómo pinta
enero y febrero, es tiempo de que los comerciantes hagan caja.
El problema es que los niños ya no esperan con ilusión porque tienen la certeza
de que sus más esplendidos sueños se verán generosamente agraciados por Santa
Claus, los Reyes Magos o el Cagatió. No digo que tengamos que volver a aquellos
zapatos junto al balcón donde encontrábamos unas peladillas y unos calcetines
que nos hacían saltar de alegría, no digo que tengamos que compartir unos
juegos reunidos como antaño, sino que en estos momentos nos adelantamos a los
deseos de los niños, toque o no toque, con aquel regalo que un día pidieron.
Hace muchos años que el carbón es de mentira y el esfuerzo no determina el
tamaño del regalo. Estamos muchas veces al borde de que no les de tiempo a
abrir todos los regalos y esto no puede ser bueno para quienes hace mucho
tiempo que dejaron de creer en el viaje desde Alaska o desde Oriente de sus
regalos. A los otros, a los que el mundo de la magia aún les llena las horas y
los días, quizá con poca cosa se alimentaba suficientemente su ilusión, ellos
todavía sueñan en milagros y no están por comparar con los vecinos sus
posesiones.
A veces echamos la culpa a los amigos en los cumpleaños de la sobrecarga de
mimos que reciben nuestros hijos pero cuando llegan estas fechas, desde los
padres a los tíos y abuelos, todos se apuntan al carro de hacer caja en las
tiendas de regalos.
Es buena la espera.
No es un delito esforzarse para conseguir las cosas.
No siempre el vecino o el amigo tienen que imponer el modelo de móvil o
el modelo de bicicleta.
Quizá
no les estemos ayudando a esperar cuando crezcan y a asimilar con experiencias
las frustraciones que inevitablemente rozarán sus vidas.
- Son fiestas, Elías,
no nos enredes… siempre existirán los Reyes Magos.
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