domingo, 17 de diciembre de 2017

NAVIDAD, CONSUMO SIN NIÑO JESÚS
Ya no le necesitan, nos han acostumbrado a gastar en Navidad.
Si no participas en la fiesta acabarás sintiéndote mal.
Los amigos, la familia, el espíritu navideño, fin de año…

                             Resultado de imagen de fotografia de tiendas abarrotadas en navidad
        
            Son días agobiantes en que la mayoría de las personas hace cola para invertir sus dineros en fiestas, juguetes, gambas, percebes o centollas del Cantábrico. Todo está montado para que participemos en la juerga y sintamos la cercanía de las personas que queremos, más o menos, con la generosidad de las comidas y cenas y los regalos del Caga Tió (o Tronca de Nadal, en fino), santa Claus o los Reyes Magos. Las tiendas abiertas todos los días para que nadie pueda tener excusas para los dispendios obligatorios.
            No nos importa si el día del nacimiento es falso, si vamos unos años descontados o si aquel hijo de carpintero, que luego fue pastor, detuvo las estrellas y llamó a los reyes para aquello del incienso y la mirra. Muchos aún ponen el Belén para quitar el polvo a las figuras o estrenar el caganer, pero lo básico de las fiestas ha terminado siendo la compra a destajo de cuanto creemos necesitar para honrar a la festividad.
            El valor que tienen estas celebraciones, de siempre, es que nos recuerdan que cambiamos de año, que el tiempo pasa más deprisa según vas cumpliendo lustros y que debes gastar unos minutos para decidir que milagros sucederán en los 365 días que vienen y luego olvidar los sueños el siete de enero. Buenas comidas y cenas, sentimientos agradables, propósitos firmes de obligado olvido y cumplido el deseo de los vendedores de llenar las cajas de sus negocios.
            Ya sé que es bonito reunirse con la familia, salir de juerga con los amigos o sonreír a los vecinos. Es Navidad. Haya o no haya nacido Jesús en estos días es hora de dejar que los sentimientos hermosos invadan los momentos en que nos juntamos para disfrutar de los manjares de las fiestas. Quizá falta el propósito de seguir todo el año percibiendo el tiempo que pasa, para intentar apresarlo con las mismas cadenas que nos llenan de sentimientos hermosos estos días.
            Hasta estas líneas acaban sucumbiendo al obligado tributo de sentir y consumir.

            

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