viernes, 27 de abril de 2018


EL PESO DE LA HISTORIA
Tendremos que vivir con el dolor de haber sido educados en una sociedad machista.
La solución, la educación, es tan lenta que no podemos esperar callados.
Por los miles de mujeres violadas que sufrieron la agresión en silencio.

                             Resultado de imagen de mujer franquista en la cocina

            Evidentemente todos, menos los jueces, estamos convencidos de que en Pamplona se produjo una violación impresentable por unas personas que carecen de los mínimos principios de respeto hacia la mujer. Son culpables y han sido condenados aunque no por aquellos hechos que nos parecen evidentes imaginando a cinco personas fuertes abusando de su fuerza sobre una joven que no puede huir.
            Pero el problema de Pamplona, siendo grave por el machismo que destilan los jueces (sobre todo uno), solamente es  la punta del iceberg que han puesto los medios de comunicación en primera página de los telediarios. Son frecuentes las violaciones en fiestas, con alcohol y drogas por medio, que ayudan a que se descontrole el machismo que muchos hombres llevamos dentro. Son muchas las personas que sufren abusos continuos de sus familiares y superiores, si sucede con las grandes estrellas de las pasarelas y del cine podemos imaginarnos lo que puede acontecer en una empresa con lo que el paro significa para muchas personas.
            Si añadimos a esto que la persona violada queda marcada de por vida en su entorno por una sociedad que tiende a culpar a la víctima y la poca credibilidad que los jueces conceden a las denuncias de las mujeres que no pueden aportar pruebas concluyentes de los hechos denunciados, tenemos un panorama sombrío que no arreglarán los tribunales. Muchas personas en silencio sufrirán y seguiremos dudando de las mujeres que son maltratadas por hombres sin escrúpulos.
            Si consideramos normal que en cada zona de la península existan casas de prostitución con clientes sobrados, si los chistes y comentarios destilan una imagen la  mujer que la religión y los poderosos han querido inculcarnos, sabemos que tardará tiempo en poder darse la vuelta a la tortilla. Las familias y los centros de enseñanza van excesivamente lentos, sobre todo esos hogares en que se destaca a los machos por su fuerza y vigor y se educa de forma desigual a niños y niñas.
            Nos quieren educar para triunfar pero se ignora muchas veces que en la base de todo se debe imponer el respeto a los demás. Toda la educación que recibimos los mayores estaba contaminada por la idea pecaminosa que trasmitió la iglesia de la sexualidad y la imagen de la mujer que el franquismo nos impuso con su prensa controlada. En la cocina y a cuidar de los niños, sumisa, objeto para satisfacer al varón, con derechos limitados por el varón e incapacidad implícita hasta para votar a sus gobernantes hasta 1933. Es mucha la historia de machismo y a la vez que condenamos a cuantos se puedan pillan debemos insistir en que la familia y los centros educativos son el camino para encauzar, con penosa lentitud, la vida de esta sociedad enferma.

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