LA
PRIMAVERA Y LOS PERROS
No
están mezclados pero se juntaron en mi mañana.
Una
mañana preciosa donde la vida invadía la naturaleza.
Solamente
una reflexión sobre las normas y su cumplimiento.
He salido a pasear hasta el Parc del
Vallès, 20 hectáreas al lado de Sabadell llenas de vida en la incipiente
primavera. Pasan regularmente los trenes, aterrizan esporádicamente las
avionetas, la luz invade los caminos y senderos y el cielo azul contrasta con
los otros colores del campo y los árboles floreciendo.
Al pasear hacia el centro del parque
se puede dejar perder la vista en el verde de los trigales, en las montañas de
Montserrat o en la cercana montaña de la La Mola. Perder de vista la ciudad,
los coches, la prisa y dejar el sol acaricie con su calor tu rostro dejando
atrás el tiempo, los problemas o la repetida rutina del día a día. Todo rodeado
de gente que hace ejercicio, pasea su vejez (como uno que yo me sé), lleva
hasta el parque a sus hijos o pasea a los perros a aquel espacio abierto.
Ya sabéis que los perros no son mi compañía
favorita (dicen que los que tenemos estas manías no somos buenas personas, así
que vigilad con lo que leéis) y eran los habitantes más numerosos de la mañana
en este espacio. Me han invitado a salir fuera del parque porque si había 60 el
90 % andaban cerca y sueltos, disfrutando de sus carreras y retozando en el
césped. Sus dueños felices viendo como disfrutaban después de las largas horas
que soportan encerrados en los pisos.
Había leído en cinco carteles que
estaba prohibido entrar con los perros sin atar, carteles nuevos, cambiados
recientemente, que parecían invitar a leerles pero quién eligió su diseño
equivocó el camino. Parece que nadie había leído la prohibición o decidieron
que no era lógico que con tanto espacio tuvieran que privar a sus seres
queridos de las carreras junto a otros perros. Personas que se apartaban y
otras que les acariciaban, todo quedaba invadido por su presencia festiva.
O quitan los carteles o invitan a
las personas a que los lean, no creo que sea la manera de organizar la
convivencia que las autoridades municipales decidan cómo debe funcionar el
parque y los usuarios hagan caso omiso de sus ideas. Evidentemente quienes
pusieron los carteles de prohibición debieron olvidarse al día siguiente de que
existían porque es costumbre repetida cada fin de semana sin que nadie recuerde
a los propietarios de sus queridos animales que deben leer de vez en cuando.
Nota: Creo que se pueden acotar espacios para los perros, o luchar para que cambie la norma, pero quizá elegir cumplir solamente las decisiones que nos gustan no es la solución más brillante.
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