LLEGANDO
A LA JUBILACIÓN
Hace
años anunciaba el final de la vida cercano.
Hoy
se nos permite soñar que comenzamos de nuevo.
Una
suerte, conscientes del valor del tiempo, tener otra oportunidad-
El otro día acompañaba a mi amigo
Joan en la celebración de su jubilación y los dos estábamos contentos. Yo era
el abuelo de los reunidos y el comenzaba un nuevo camino. Un camino difícil
porque percibimos que el reloj ha tomado otra velocidad y los años van para
abajo en lugar de para arriba pero un camino nuevo, una autopista, que nos
regala el siglo en que vivimos y que no tenían nuestros bisabuelos.
Tenemos la suerte de inventar una
nueva vida, nos abandonan las rutinas del despertador, el horario de trabajo y
el soñar con los viernes y rehuir los lunes. Podemos poner en marcha un nuevo
reloj, unas nuevas rutinas, valorar lo que tenemos y elegir en que gastamos el
mogollón de horas que se nos regalan. La esperanza de vida nos permite soñar
una especie de eternidad en la que habitar los años que nos quedan y disfrutar
de placeres que con las prisas olvidamos excesivas veces en la juventud y en la
madurez.
Te das cuenta que muchas de las experiencias
que vives en la jubilación podías haberlas inventado antes, cuando parecía que
el mundo estaba a tus pies y no te cansabas de perseguir riquezas. La verdad es
que valoramos mucho más las cosas cuando comienzan a escasear y la eternidad no
nos ha sido regalada a todos los humanos, solamente a algunos creyentes que
inventaron un cielo o un infierno, más allá de las cenizas, en un lejano
firmamento.
Por eso quizá Joan y yo estábamos contentos el otro día. Él
rodeado de amigos comenzando una nueva etapa de su vida y yo viendo cómo se
mimaba el adiós a las rutinas obligadas de mi amigo. Ni la lluvia torrencial ni
los truenos y relámpagos fueron capaces de empañar el momento, la magia de la
noche que permite esperar un amanecer lleno de promesas donde no debemos
olvidar llamar a los sueños para perseguirlos en una carrera donde nunca nos
cansemos.
El reloj que tantas veces se regala
a los jubilados debe ser el motor que ponga en marcha los pies para esta última
larga carrera en la que, conscientes de lo que significa la vida, consigamos
realizar algunas de las cosas que con las prisas olvidamos. Aquella mirada al
mar, aquel amanecer, aquella mano que acaricia, aquella sombra de primavera…
tantas cosas para descubrir y miles de estrellas para dialogar con ellas…
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