domingo, 9 de septiembre de 2018


LLEGANDO A LA JUBILACIÓN
Hace años anunciaba el final de la vida cercano.
Hoy se nos permite soñar que comenzamos de nuevo.
Una suerte, conscientes del valor del tiempo, tener otra oportunidad-

                           Resultado de imagen de fotografias de jubilados felices      
  
            El otro día acompañaba a mi amigo Joan en la celebración de su jubilación y los dos estábamos contentos. Yo era el abuelo de los reunidos y el comenzaba un nuevo camino. Un camino difícil porque percibimos que el reloj ha tomado otra velocidad y los años van para abajo en lugar de para arriba pero un camino nuevo, una autopista, que nos regala el siglo en que vivimos y que no tenían nuestros bisabuelos.
            Tenemos la suerte de inventar una nueva vida, nos abandonan las rutinas del despertador, el horario de trabajo y el soñar con los viernes y rehuir los lunes. Podemos poner en marcha un nuevo reloj, unas nuevas rutinas, valorar lo que tenemos y elegir en que gastamos el mogollón de horas que se nos regalan. La esperanza de vida nos permite soñar una especie de eternidad en la que habitar los años que nos quedan y disfrutar de placeres que con las prisas olvidamos excesivas veces en la juventud y en la madurez.
            Te das cuenta que muchas de las experiencias que vives en la jubilación podías haberlas inventado antes, cuando parecía que el mundo estaba a tus pies y no te cansabas de perseguir riquezas. La verdad es que valoramos mucho más las cosas cuando comienzan a escasear y la eternidad no nos ha sido regalada a todos los humanos, solamente a algunos creyentes que inventaron un cielo o un infierno, más allá de las cenizas, en un lejano firmamento.
            Por eso quizá  Joan y yo estábamos contentos el otro día. Él rodeado de amigos comenzando una nueva etapa de su vida y yo viendo cómo se mimaba el adiós a las rutinas obligadas de mi amigo. Ni la lluvia torrencial ni los truenos y relámpagos fueron capaces de empañar el momento, la magia de la noche que permite esperar un amanecer lleno de promesas donde no debemos olvidar llamar a los sueños para perseguirlos en una carrera donde nunca nos cansemos.
            El reloj que tantas veces se regala a los jubilados debe ser el motor que ponga en marcha los pies para esta última larga carrera en la que, conscientes de lo que significa la vida, consigamos realizar algunas de las cosas que con las prisas olvidamos. Aquella mirada al mar, aquel amanecer, aquella mano que acaricia, aquella sombra de primavera… tantas cosas para descubrir y miles de estrellas para dialogar con ellas…

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