viernes, 14 de diciembre de 2018


OLAS EN EL MEDITERRÁNEO
Llegaban furiosas a chocar contra la arena inocente.
El ruido rutinario no dejaba a la vista perderse en el horizonte.
Unos pequeños barcos se aburrían en medio de las dos realidades.

                                 Resultado de imagen de fotografias de olas en la playa

            Hoy el mar Mediterráneo tenía olas de otoño, de este invierno medio anunciado que no sabe si llevarse las playas o inundarlas con las incesantes tormentas. El cielo azul, salpicado de nubes blancas, anunciaba un atardecer rojizo, lleno de amenazas a la tranquilidad que se percibía en los habitantes del paseo. Algunas tablas de surf intentaban sin éxito mantener el equilibrio sobre un mar de olas imprevisibles que escupían espuma como ángeles encantados.
            En la lejanía, la calma de un azul confundido con el firmamento apenas era asediado por unas nubes blancas que transmitían sosiego a la multitud que paseaba en la tierra firme del día a día. En el centro de la inmensidad del agua unos barquitos a la deriva procuraban evitar el embate de las olas, buscaban en el horizonte salvar los sueños atacados con violencia en la arena de la playa.
            El rojo del atardecer presagiaba sangre y combates, el agua blanca que inundaba la playa se debatía en la cresta de la ola con fuerzas opuestas que la detenían y, a la vez, la empujaban, los barquitos se alejaban asustados pretendiendo inútilmente salvar aquellos días en que el mar estaba en calma.
Un paseante solitario observaba, ensimismado, como desaparecía lentamente el rojo atardecer entre las nubes blancas y cómo los barquitos a la deriva mantenían a flote los millones de sueños que no querían llegar al amanecer sino descansar en la inmensidad de un mar en calma.
Las olas no cejaban en su empeño de acabar con la playa cuando la oscuridad fue invadiendo el rojo, las nubes y los sueños que habitaban en los barcos camino de mañana. En lo alto una luna creciente, con sus puntas entrelazadas por las nubes, hizo sonreír al solitario paseante que había apartado la mirada de las olas para contemplar como una luz mortecina alumbraba los sueños adormecidos por las olas de una noche de bonanza.

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