COVID-19. El RENAULT CAPTUR anda preocupado.
Tenemos un bicho alrededor que nadie sabe de dónde salió ni cuánto tiempo estará amenazándonos. Le han llamado COVID-19, espero que no sea el número de experimentos que algún país poderoso está haciendo para mantener controlado en número de pobladores del Planeta.
Han conseguido meter el miedo en el cuerpo, sobre todo a los mayores, y que las mascarillas formen parte del paisaje de tiendas y ciudades. Hemos comenzado a pensar que ese bicho puede acabar con el tiempo que esperábamos disfrutar si aparece por nuestro cuerpo. Tiene una cosa buena: comenzamos a valorar más cada momento de nuestra vida rutinaria y a dejar de lado cosas poco importantes. Bueno, no todas porque el señor mayor tiene una perra con mis primeros días que no es muy sano.
Creo que nadie sabe si es un bicho o varios, si tiene 5 variantes o 32, si las vacunas sirven para rechazarlo o solamente le frenan un poco, si ha venido para quedarse o solamente nos visitará en invierno por navidades. Las vacunas las inventaron en un momento y tampoco están los humanos informados de sus efectos secundarios.
El señor mayor ya va por la tercera dosis por si acaso. Él siempre cuenta que los muertos son su norte y que si con las vacunas su número baja quiere estar entre los que juegan menos papeletas para entrar en el hospital. Tampoco deja subir a muchas personas en mi casita y sale mucho menos que con su anterior coche, el miedo es libre y él tiene bastante.
Pero parece que los humanos han dejado de preguntarse de dónde salió el virus, si las vacunas han pasado todos los controles de calidad y son eficaces, si el pasaporte de las dos dosis para entrar a discotecas, gimnasios y lugares públicos debe ser obligatorio o si estamos mejor o peor que en la Europa de al lado. Los medios de comunicación barren para sus intereses y lo único que les dejan decidir a la gente de a pie es cuando se pondrán la cuarta, la quinta y la sexta dosis del pinchazo protector y si vacunan a sus hijos o no (de momento).
Mi dueño ya no va a jugar la partida, apenas me saca a cenar, le cuesta llevarme al mar y aquellos viajes largos que proyectaba comienzan a estar rodeados de silencio. Me parece que su calidad de vida no es tan buena como antes pero no se lo diré por si se enfada y me deja solo unos días en aquella sala oscura y fría que llaman garaje.
Da la impresión de que hay muchos expertos en el bicho, pero pocos que saben...
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