DÍAS PARA SOÑAR
Esta sociedad ha creado un ambiente que nos envuelve a todos estos días. Antes capitaneaba las fiestas el espíritu religioso que soportaba espacios de diversión para despedir el año y escapar a la misa del gallo, pero mantenía su exclusividad en el belén del niño recién nacido y en los reyes magos que no admitían competidores como Papa Noel, Santa Claus o las múltiples acepciones de cada lugar. Poco a poco fue perdiendo poder y los sentimientos familiares y las ganas de juerga fueron desplazando con luces y arbolitos al pesebre.
Quien supo aprovechar, antes y ahora, la coyuntura fue la sociedad de consumo. Había que comprar regalos y no solamente para los niños que eran antes los más privilegiados. Había que comprar la comida más cara del mercado, aunque la cuesta de enero amenazase con números rojos. Los pequeños también ganaron porque multiplicaron por tres los días en que llegaban regalos que a veces ya acaban en el olvido después del día de abrirlos. Había que salir al hotel, al restaurante o a la casa rural para romper la rutina porque es navidad y no soy nadie si me quedo contento en casa... El covid lo puso difícil pero la necesidad obliga a inventar formas de sortear las dificultades.
Pero lo que sigue en su sitio es la fecha de fin de año. Nos recuerda, a algunos, que el tiempo pasa, que hemos caído en la rutina y que debemos intentar cambiar la realidad personal que no nos gusta. Es tiempo de soñar, de buenos propósitos, de intentar acercarnos más a las personas que queremos, de abrazarnos, de decir a todo el mundo que le deseamos lo mejor, aunque pasados unos días aquellas rutinas antiguas vuelven a invadir la realidad.
Tiempo de alcohol, de porros, de juerga, de madrugadas con churros quizá para no dejar que el tiempo escape en una noche cargada de prisas. Mañana será tiempo de resaca, de volver a la monotonía y acabar de sorprender con los regalos de los reyes a los niños, esos que guardamos en el armario. Abuelos, tíos, padres olvidan poner freno a lo que la sociedad de consumo manda y llenan las casas de regalos que no les da tiempo a disfrutar a quienes soñaron en la cabalgata, pero a los que la abundancia acaba robando lo más hermoso de los sueños: esperar.
Es tiempo de no olvidar lo que hoy pensamos cambiar. Yo estaba tentado de dejar lo de mi CAPTUR en el olvido, pero creo que mañana volveré, cabezón, a recordar.
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