lunes, 3 de enero de 2022

 HACIA LA MUERTE 

Este año han muerto 4404 personas intentando llegar en sus pequeñas balsas a España, 86 embarcaciones han desaparecido con todas las personas que iban a bordo. Es tan triste que dan ganas de llorar sobre todo porque seguirán muriendo sin dar pasos para evitarlo, quizá porque el mundo “civilizado” ha hecho imposible una solución. 

 

Para acercarme más al problema he visto la película ADÚ que me ha puesto más triste aun viendo cómo perdían la vida las personas de Senegal intentando llegar a la Península. Hoy la televisión tocaba los corazones con unos zapatos de niño abandonados en la playa y declaraciones pidiendo que no se repita la tragedia y todos saben que es inevitable. 

Occidente, nosotros, les robamos las materias primas, les hicimos esclavos y “colonizamos” sus vidas sin mejorar lo que ya tenían. Lecciones de democracia cuando poco nos preocupaba el hambre, las enfermedades y la pobreza que les invadía. Intentar imponer ideas en un mundo diferente que no disponía de un mínimo vital. 

Si a los gobiernos les quedaba algo se lo robamos vendiéndoles armas para que se pelearan entre ellos. Muchas ayudas al tercer mundo para que se mataran entre ellos. No pensó occidente en precios justos para sus materias primas e iniciar programas de ayuda para hacer sostenible la vida en el país al que aman, donde nacieron. 

El camino fue sencillo les vendimos televisiones para enseñarles nuestro mundo de colores, les llamamos a gritos para soñar con disfrutar de nuestra abundancia y algunos, los que tenían dinero para pagar la barca y el viaje, acabaron ahogados en aguas saladas. Otros, los menos afortunados, se mueren de hambre rodeados de miseria matándose con las armas que se llevaron el dinero que podía comenzar a arreglar sus vidas. 

El mundo ha creado un círculo de muerte para los países pobres y cuando la necesidad o los sueños mandan se provoca la muerte en el mar o en aquel barrio lejano lleno de miseria. Estoy triste porque no está en los 4404 muertos el problema sino en la incapacidad de ayudar a vivir en su Tierra a quienes nacieron en ella. 

Yo cuando era pequeño no había luz en casa, ni agua, ni calefacción, comodidades pero, sabéis, tampoco había televisión que nos vendiera lo apetecible que era tener hasta el teléfono cerca, aunque fuera en la calle. 

Hoy con tanto lio me he olvidado de mi CAPTUR RENAULT, una minucia cuando piensas en cómo viven la mayoría de las personas de la Tierra.  

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