CLUB DEPORTIVO ESCOLAR CAN ORIACH
17 AQUELLOS PRIMEROS AMORES
A veces los mayores olvidamos cómo eran los adolescentes de nuestros años mozos aunque nadie olvida aquel primer amor que llenó sus miradas y sus sueños durante meses o que, quizá, se a mantenido hasta hoy. Los adolescentes hace 40 años se enamoraban de la misma manera que lo hacen hoy y tampoco todos se quedaban en miradas o en besos apasionados, a aquellos les delataban los carritos con niños que llevaban personas que habían dejado la escuela hacía dos años, que sería el equivalente a cuarto de la ESO actual. La diferencia estaba en la falta de acceso a los medios anticonceptivos pero los sentimientos y su forma de expresarlos siguen siendo los mismos.
Rodeados de adolescentes y jóvenes vivimos aquellos años. Muchos lo recordarán por haber sentido dentro del Club aquel primer amor y otros porque marcaron su futuro emocional. Aquellos cuatro equipos femeninos y los cuatro de baloncesto masculino tenían que convivir necesariamente en entrenamientos y partidos de los sábados. Es normal que dentro de aquel núcleo formado por el Club surgieran las amistades, los amores y los sueños
Algunos entrenadores si que llevaban equipos masculinos y algunas entrenadoras equipos femeninos para no perturbar las propias relaciones pues debían pensar que el diablo acecha para cambiar parejas… Sé que son temas íntimos y que cada uno dedicará sus minutos para rememorar sus momento mágicos pero si escribimos sobre la historia de nuestro Club parece básico recordar que en nuestro entorno sobrevolaban pajaritos llenos de sentimientos.
Yo era casi el abuelo del club, con 30 años, y puedo ahora, con 72 a las espaldas, hablar por encima de un tema muy importante para muchas personas que guardan silencio pero que recordarán con cariño muchos de sus momentos íntimos. A mis años puedo decir que me siento orgulloso de haber vivido en Can Oriach y que hoy creo que si me preguntan cual es mi pueblo diría que sigo siendo de aquel barrio donde convivimos jugando a balonmano y a baloncesto.
¡Qué gozada ver aquellos árboles que plantamos en La Roureda, bajar por al Avenida Matadepera o perderme por calles llenas de recuerdos!
¡Qué satisfacción saber de matrimonios que se conocieron en esos años y que mantienen relaciones cordiales ahora que ya son abuelos!
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