EL
REY SÍ COBRA LA PAGA EXTRA
El Tribunal Supremo prohíbe los
conciertos a los centros que discriminan la admisión por el sexo. ¿Rectificarán Wert y sus acólitos o pasarán del Tribunal Supremo?
Hoy vengo de jugar la partida al mus
con los amigos y, por lo tanto, relajado de haber pasado tres horas distraído,
charlando y sin noticias desagradables. Nosotros decimos que la partida es como
un buen psiquiatra porque durante unas horas nos aleja de la dura e
incoherente realidad que nos rodea. El mus también permite decir mentiras y
marcarse faroles lo que nos entrena para aguantar lo que se nos viene encima.
El
rey se ha convertido en el hazmerreir de los españoles a costa de no tener ni
idea de la realidad que pisa. No sabemos si tiene o ha tenido queridas y poco
nos importaría si no tuviéramos que pagar nosotros la convidada, pero recuperar
su paga extra con la que está cayendo roza el escarnio. Rebajar de 72 a 45 los coches (cochazos)
de la casa real no es comprensible para los 6 millones de parados, en todo caso
para los chóferes y mecánicos enchufados a su servicio.
La
justicia no siempre es lenta e injusta. Hoy aparece una sentencia del Tribunal
Supremo que pone un poco de juicio a la interpretación de las leyes. Con la
entrada en vigor de la Ley Orgánica
de Educación se prohíbe tener la condición de centros concertados cuando en el
régimen de admisión de alumnos se discrimine por razón del sexo. El señor Wert
y en algunos casos la
Generalitat de Catalunya se han empeñado en ignorar las
leyes, espero que con lo constitucional que es el Wert para españolizar a los
catalanes no se oponga a los mandatos del Tribunal Supremo. ¿Qué engaño
inventarán para mantener los conciertos?
Hoy
estoy muy relajado. El rey y Wert son casos perdidos y crónicos, ya no
valen ni para apagar fuegos y tiene que salir el cómico Rajoy, con la chistera
llena de nuestro dinero, para dar la impresión de que está lloroso por los
pobres que el ha ayudado a poner en la calle con su Reforma Laboral. La luna
llena también tiene alguna sonrisa y sobre todo esconde nuestros sueños. En la
partida ensayamos órdagos pequeñitos por si algún día las plazas de este país
se atreven a echarle un órdago de los grandes al gobierno.
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