CARNAVAL, TIEMPO DE
TRANSGRESIONES
Ya llegará el miércoles la cuaresma a recordarnos la
crisis.
Era pecado mortal comer carne los viernes para los pobres.
Los ricos pagaban la bula y podían pecar…

El carnaval,
como la mayoría de las fiestas del santoral, tiene su origen en celebraciones
paganas. Quizá relacionadas con el dios Baco, el dios del vino, o con el frío
del invierno, vaya usted a saber. El hecho es que la iglesia católica determina
su existencia al marcar cuarenta días de abstinencia de la carne como prólogo a
la muerte de Jesús crucificado o ejecutado.
El carnaval se
convierte en un tiempo de permisividad y cierto descontrol en el que todo vale,
sobre todo si llevas una máscara. No tiene nada que ver con las violaciones en la India o en México, aunque en
Río podrían contar historias de sexualidad violenta y de muertes preparadas.
En algunos
lugares acaba con la lucha entre D.Carnal y Dña. Cuaresma, venciendo la
frugalidad, la abstinencia, las buenas costumbres y la moraleja de la santa
madre iglesia. Los mayores aún recordamos aquella obsesión de no comer carne
los viernes porque era pecado mortal, costumbre que se mantiene en muchos
hogares aunque ha decrecido con los años. Pero ya existían los ricos y sus
prebendas que, pagando una cantidad de dinero, compraban una cosa que se
llamaba Bula y podían comer carne hasta hartarse sin padecer las llamas eternas
del infierno al que estaban condenados quienes consumieran carne sin pagar el
preceptivo impuesto.
Franco, fiel
asistente de la Iglesia ,
prohibió los carnavales. En una época en que estaban prohibidas tantas cosas,
ésta, por su carácter festivo, fue una de las que mosquearon al personal. Los pequeños
cambios en los años 70 del siglo pasado dieron lugar a protestas, a salir un
poco de la represión de la sexualidad y a una fiesta reivindicativa frente al
poder.
De aquello
queda muy poco, igual que de la cuaresma y del pecado mortal de comer carne los
viernes, hoy tenemos unas juergas añadidas a los botellones donde la
participación es mucho más concurrida y agrupada pero donde, aun disfrazados,
no se necesitan máscaras. El alcohol es protagonista de las fiestas de carnaval
para las fiestas de los jóvenes.
En los centros
educativos, perdido su carácter reivindicativo, ha ido perdiendo fuerza la
celebración. Los padres con sus cámaras, gravando a sus maravillosas criaturas
para la posteridad, han ocupado las calles, y la tarde de hoy viernes, para lucir
el traje más caro o el más imaginativo. No importa el dinero o el trabajo en
intentar que sus vástagos llamen la atención del personal.
Las ciudades,
con sus carrozas, intentan atraer turistas o regalar un tiempo para las risas a
las personas que, con la crisis, estamos olvidando sonreír cada día al
despertar. Deberíamos prometerle a la luna que no olvidaremos sonreír, aunque
no sea Carnaval.
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