viernes, 8 de febrero de 2013


CARNAVAL, TIEMPO DE TRANSGRESIONES
         Ya llegará el miércoles la cuaresma a recordarnos la crisis.
Era pecado mortal comer carne los viernes para los pobres. Los ricos pagaban la bula y podían pecar…

                                                                  
  
El carnaval, como la mayoría de las fiestas del santoral, tiene su origen en celebraciones paganas. Quizá relacionadas con el dios Baco, el dios del vino, o con el frío del invierno, vaya usted a saber. El hecho es que la iglesia católica determina su existencia al marcar cuarenta días de abstinencia de la carne como prólogo a la muerte de Jesús crucificado o ejecutado.
El carnaval se convierte en un tiempo de permisividad y cierto descontrol en el que todo vale, sobre todo si llevas una máscara. No tiene nada que ver con las violaciones en la India o en México, aunque en Río podrían contar historias de sexualidad violenta y de muertes preparadas.
En algunos lugares acaba con la lucha entre D.Carnal y Dña. Cuaresma, venciendo la frugalidad, la abstinencia, las buenas costumbres y la moraleja de la santa madre iglesia. Los mayores aún recordamos aquella obsesión de no comer carne los viernes porque era pecado mortal, costumbre que se mantiene en muchos hogares aunque ha decrecido con los años. Pero ya existían los ricos y sus prebendas que, pagando una cantidad de dinero, compraban una cosa que se llamaba Bula y podían comer carne hasta hartarse sin padecer las llamas eternas del infierno al que estaban condenados quienes consumieran carne sin pagar el preceptivo impuesto.
Franco, fiel asistente de la Iglesia, prohibió los carnavales. En una época en que estaban prohibidas tantas cosas, ésta, por su carácter festivo, fue una de las que mosquearon al personal. Los pequeños cambios en los años 70 del siglo pasado dieron lugar a protestas, a salir un poco de la represión de la sexualidad y a una fiesta reivindicativa frente al poder.
De aquello queda muy poco, igual que de la cuaresma y del pecado mortal de comer carne los viernes, hoy tenemos unas juergas añadidas a los botellones donde la participación es mucho más concurrida y agrupada pero donde, aun disfrazados, no se necesitan máscaras. El alcohol es protagonista de las fiestas de carnaval para las fiestas de los jóvenes.
En los centros educativos, perdido su carácter reivindicativo, ha ido perdiendo fuerza la celebración. Los padres con sus cámaras, gravando a sus maravillosas criaturas para la posteridad, han ocupado las calles, y la tarde de hoy viernes, para lucir el traje más caro o el más imaginativo. No importa el dinero o el trabajo en intentar que sus vástagos llamen la atención del personal.
Las ciudades, con sus carrozas, intentan atraer turistas o regalar un tiempo para las risas a las personas que, con la crisis, estamos olvidando sonreír cada día al despertar. Deberíamos prometerle a la luna que no olvidaremos sonreír, aunque no sea Carnaval.


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