EL PLACER DE VIVIR BAJO EL
SOL
¡Tantos momentos bonitos escapan con la prisa!
Imaginé mariposas sobre un fondo azul salpicado de nubes
blancas

He
salido a pasear, como un buen yayo cumplidor de sus obligaciones contractuales
con la salud. La mañana era preciosa, el viento escondido en el frío de ayer y
el sol, entre nubes blancas, engañando a las tortugas para que abandonen su
letargo antes de llegar la primavera. Caminaba despacio, disfrutando de mis
pasos, contemplando a las personas mayores que cumplían, como yo, con sus
obligaciones.
Al
llegar a la calle principal me he encontrado con Aitor. Ya no cumplirá veinte,
no le conozco actividad reciente, el cabello negro y corto y los ojos vidriosos
de quién aún no hizo las paces con Morféo. Son las 12, la hora del ángelus.
-
Hola, Aitor. ¿De dónde vienes?
-
Hola, profe. De Sitges, celebraban el carnaval.
- Más bien parece que les has ayudado un poco tú también.
Yo pensaba que era el martes, cuando era joven bajábamos ese día hasta allí en
autocar.
-
Ahora se puede celebrar varios días lo mismo. Había
mucha peña pero la bebida era muy cara, suerte que cargamos en el super antes
de bajar.
-
¿Ligaste mucho?
- Estas mayor, profe. Ahora bajamos a pasarlo bien juntos
los amigos, beber hasta olvidar y reírnos del primero que engancha el pedo
gracioso…
-
Venga, a dormir que ya es de día…
-
No me había dado cuanta, je je je… Hasta otra…
Un golpe de
manos, unos ojos vidriosos que no olvidan y unos pasos inseguros hacia el
descanso. Aquel alumno brillante no parece tener claro el camino, esperemos que
en algún despertar tenga la suerte de encontrar un hueco en ese mundo de los
que trabajan, porque no está muy bien visto esperar eternamente un puñetero
curro de cuatro euros.
He continuado
mi paseo, he detenido mis pasos en un cruce donde el espacio para el sol y las
nubes blancas estaba libre. He dejado hablar al sol de ternura, he visto a las
nubes relatar historias y dibujar sueños y al mirar hacia arriba, en la ceguera
momentánea, he visto una nube de mariposas de colores. El tiempo se ha
detenido, acompañando a mis pasos, para dejar fluir, lentamente, el placer del
encuentro.
Al despertar
la verduleria estaba llena de mujeres comprando, la tienda de los chinos
trabajaba a buen ritmo y los coches corrían en busca de quién sabe qué sueños o
de qué realidades maltrechas. He hecho mi breve compra y he regresado a casa.
Ahora, con la
navaja cortando el chorizo y el pan sobado arrancado a pellizcos, disfruto de
sabores conocidos, de la brisa envuelta en el calor del remanso y de las
tortugas engañadas que mañana con el frío volverán a descansar. Aún espera la
comida, quedan muchas horas para disfrutar de momentos hermosos hasta que
llegue la luna y le pueda contar como puede ser especial un día cargado de
rutinas y de horas.
Quizá Aitor
sueña con tener días menos agitados pero llenos de esperanza. Está durmiendo,
le cuesta pensarlo cuando despierta…
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