sábado, 9 de febrero de 2013


EL PLACER DE VIVIR BAJO EL SOL
         ¡Tantos momentos bonitos escapan con la prisa!
Imaginé mariposas sobre un fondo azul salpicado de nubes blancas

                                                     

            He salido a pasear, como un buen yayo cumplidor de sus obligaciones contractuales con la salud. La mañana era preciosa, el viento escondido en el frío de ayer y el sol, entre nubes blancas, engañando a las tortugas para que abandonen su letargo antes de llegar la primavera. Caminaba despacio, disfrutando de mis pasos, contemplando a las personas mayores que cumplían, como yo, con sus obligaciones.
            Al llegar a la calle principal me he encontrado con Aitor. Ya no cumplirá veinte, no le conozco actividad reciente, el cabello negro y corto y los ojos vidriosos de quién aún no hizo las paces con Morféo. Son las 12, la hora del ángelus.
-         Hola, Aitor. ¿De dónde vienes?
-         Hola, profe. De Sitges, celebraban el carnaval.
-       Más bien parece que les has ayudado un poco tú también. Yo pensaba que era el martes, cuando era joven bajábamos ese día hasta allí en autocar.
-         Ahora se puede celebrar varios días lo mismo. Había mucha peña pero la bebida era muy cara, suerte que cargamos en el super  antes de bajar.
-         ¿Ligaste mucho?
-     Estas mayor, profe. Ahora bajamos a pasarlo bien juntos los amigos, beber hasta olvidar y reírnos del primero que engancha el pedo gracioso…
-         Venga, a dormir que ya es de día…
-         No me había dado cuanta, je je je… Hasta otra…
Un golpe de manos, unos ojos vidriosos que no olvidan y unos pasos inseguros hacia el descanso. Aquel alumno brillante no parece tener claro el camino, esperemos que en algún despertar tenga la suerte de encontrar un hueco en ese mundo de los que trabajan, porque no está muy bien visto esperar eternamente un puñetero curro de cuatro euros.
He continuado mi paseo, he detenido mis pasos en un cruce donde el espacio para el sol y las nubes blancas estaba libre. He dejado hablar al sol de ternura, he visto a las nubes relatar historias y dibujar sueños y al mirar hacia arriba, en la ceguera momentánea, he visto una nube de mariposas de colores. El tiempo se ha detenido, acompañando a mis pasos, para dejar fluir, lentamente, el placer del encuentro.
Al despertar la verduleria estaba llena de mujeres comprando, la tienda de los chinos trabajaba a buen ritmo y los coches corrían en busca de quién sabe qué sueños o de qué realidades maltrechas. He hecho mi breve compra y he regresado a casa.
Ahora, con la navaja cortando el chorizo y el pan sobado arrancado a pellizcos, disfruto de sabores conocidos, de la brisa envuelta en el calor del remanso y de las tortugas engañadas que mañana con el frío volverán a descansar. Aún espera la comida, quedan muchas horas para disfrutar de momentos hermosos hasta que llegue la luna y le pueda contar como puede ser especial un día cargado de rutinas y de horas.
Quizá Aitor sueña con tener días menos agitados pero llenos de esperanza. Está durmiendo, le cuesta pensarlo cuando despierta…

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