Cuando las
religiones andan cerca pueden pasar estas cosas.
No es ajena la iglesia católica al machismo y a la condena
del placer sexual.

Cada año dos millones de niñas de entre
cuatro y 12 años son víctimas de mutilaciones genitales. La justificación que
argumentan los practicantes de este rito van desde motivos de higiene hasta
considerarse como una fórmula para evitar la promiscuidad. La realidad: cerca
de un 45% de estas mujeres no obtiene placer durante sus relaciones sexuales,
buena parte de ellas tienen coitos dolorosos y muchas pueden sufrir,
posteriormente, graves complicaciones durante el parto. Sin contar las
que mueren como consecuencia de la mutilación en condiciones higiénicas
deficientes.
En España la extirpación del clítoris o ablación del clítoris está
tipificada como delito y la justicia es competente para enjuiciar aunque se haya cometido fuera de la jurisdicción española, desde la reforma de la Ley 3/2005. A pesar de
esto un número significativo de niñas inmigrantes son sometidas a dicha operación
durante las vacaciones de la familia en su país de origen o en la ilegalidad en
nuestro territorio. Son las madres las que llevan a sus hijas a que se perpetúe esta costumbre
execrable.
Evidentemente nos encontramos ante una de
las manifestaciones más condenables del machismo imperante en las sociedades de
todo el mundo. La gran mayoría de las religiones tienen un profeta macho y la
jerarquía está dominada por el elemento masculino. Por cercanía contemplemos
los papas, cardenales, arzobispos, obispos, párrocos, coadjutores o diáconos de
la iglesia católica y no tienen mucha prisa en plantearse cambios porque deben
seguir pensando en tiempos pasados.
Existe un factor también muy repetido en
las religiones que es la condena del placer en las relaciones sexuales.
Determinadas sectas dentro de la iglesia católica todavía condenan el acto
sexual que no está dirigido a la procreación y los medios que impidan la misma.
Con la ablación del clítoris desaparece el punto de placer más importante de la
mujer para toda la vida, condenan el placer sexual y además se centran en la
parte más débil, en la mujer cuando aún es niña.
Algún día recordaremos las burradas que
los curas han voceado desde los púlpitos no hace tanto tiempo condenando al
infierno a quienes se atrevieran a bañarse en la misma parte del río con
personas de diferente sexo o recortaban los besos de las películas con una
ferocidad que para si quisiera Rajoy.
Hasta a María la han convertido en virgen,
embarazada sin conocer varón.
DOS MILLONES de niñas al año son muchas
niñas. ¿Hasta cuando la irracionalidad de muchas religiones seguirá causando
dolor irreparable?
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