¿SOMOS MONOS EVOLUCIONADOS?
Pensar eso era condena a muerte durante siglos para la Iglesia Católica.
Son tan maravillosos los órganos de nuestro cuerpo que es
difícil aceptar que han surgido por casualidad, hasta en los chimpancés.
Mi ex alumno, Rodrigo,
decía: Es importante saber de donde venimos…
Durante
siglos nos obligaron a creer, y creímos, que había un dios que se ponía el mono
y venía a diseñar el mundo y moldear en barro a Adán, el hombre. La mujer fue
otra cosa, un detalle con Adán para que no estuviera solo y que le costó
solamente una costilla. Era pecado grave defender otra cosa y de hecho continúa
siendo un sacrilegio en muchas partes de Estados Unidos decir que no defiendes
que dios bajara en persona a crear desde el último gusano a la más grande de
las estrellas.
Es
importante saber de donde venimos…
Yo
cuando era creyente comencé a pensar que un dios no podía ser tan inútil para
haber creado a los seres humanos tan desiguales, tan injustamente tratados por
la vida y tan maltratados por las enfermedades. El cielo no me parecía una
justificación a tantos desastres. Y por aquel entonces comenzaron a dejarnos
leer y defender la evolución, cruzarnos con Darwin y Teilhard de Chardin y
hacer aparentemente más razonable el mundo.
A
muchos les cuesta creer que los monos sea ese lugar de donde salimos aunque el
parecido en físico y comportamiento delate la similitud. Siempre queda aquella
soberbia que nos acompaña de creer que nuestra inteligencia no puede ser
producto de la mejora de un chimpancé y que alguien nos puso una semilla
diferencial en algún momento de la evolución. Quizá la especie impresa, una
casualidad o un hecho extremadamente novedoso nos dio esta capacidad de ser tan
malos y tan buenos al mismo tiempo. Cuando la televisión viaja por el cerebro
repleto de neuronas no podemos dejar de maravillarnos de lo increíble e
inexplicable que es nuestra realidad.
Es
tan perfecta, complicada e improbable la morfología de cualquier ser vivo que
no podemos menos que admirarnos y quedarnos perplejos ante su existencia.
Es
importante saber de donde venimos para saber hacia donde vamos, acababa
Rodrigo. Quizá debamos sencillamente sentirnos perplejos ante la realidad, no
tener un miedo excesivo al lugar al que nos dirigimos e intentar vivir en el día
a día los pensamientos, sentimientos y actos que nos permite, de forma
restringida, esta sociedad. Aquel sentimiento de solidaridad que compartía ayer
en mi muro puede ser tan grato como el amor de los quince años o el paseo de un
anciano mirando las obras del barrio. Ser conscientes del milagro de la
naturaleza que transportamos, de cómo aquellos monos nos dieron la oportunidad
de ver más allá del ahora y sentirnos capaces de aceptar de somos finitos y no
debemos fallarle a la vida.
…para
saber hacia donde vamos. Qué bonito sería tener una ligera idea de lo que
encierra la nada y donde anidarán los sentimientos y las alegrías que
conseguimos durante años cuando se alejen los latidos del corazón. Quizá
solamente pervivan unos años en el recuerdo de quienes nos quisieron o nos
miraron con respeto en el pasado, quizá el misterio del después debería
maravillarnos tanto como el pasado…
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