CUANDO LAS DROGAS LEGALES NOS
DUERMEN
Hoy además de la religión nos adormecen posesiones múltiples
que no queremos poner en peligro.
Entre el fútbol, la televisión, los juegos, los móviles y el
ordenador nos van absorbiendo el pensar y las ganas de transformar esta
sociedad gobernada por chorizos.
Esta
sociedad tiene muchos medios para apaciguar la rebeldía de las personas que se
sienten injustamente tratadas por el sistema. Hoy ya casi nadie se atreve a
protestar por un sueldo de 800 euros cuando hace casi nada se ponía a los
mileuristas como ejemplo de carencias básicas para disfrutar del estado de
bienestar. Vemos como se despide a los amigos con unas indemnizaciones que les
habían prometido cuantiosas y que han desaparecido por el cariño con que se
preocuparon unas leyes hechas a medida del capital.
Quizá
debamos comenzar a pensar en el capital y como aborrega a los que vivimos en su
seno para hacernos sentir culpables hasta de pensar en como mejorar las cosas.
La
religión es el opio del pueblo gritaba Karl Marx hace más de 150 años. Más de
un siglo después los dueños del mundo han inventado nuevas drogas que nos
sirven cada día de adormideras para hacer descansar las ansias de rebelión que
provocan esos ricos cada vez más ricos que solamente aspiran a mejorar las
cosas haciéndose más ricos aún.
La
iglesia sigue predicando la resignación, poner la otra mejilla, perdonar a to
cristo aunque nos joda la vida y si eres pobre, sumiso y rezas mucho te regala
un cielo millonario que nadie ha visto aún, ni es localizable. Por ese paraíso
se inmolan las personas o se resignan a esperar el premio sin rebelarse contra
la injusticia.
Hoy
son más sibilinos. Nos han dado cosas: el piso, el coche, un trabajo, la
cerveza de los sábados, las vacaciones en el pueblo o en la playa, el bautizo o
la comunión de mis niños, el cine, la televisión, el móvil… No podemos perder
la cabeza y poner en peligro todo eso para lanzarnos a un mundo desconocido
donde no nos aseguran la permanencia de nuestras posesiones. Lentamente
acabamos sintiéndonos satisfechos de tener más que nuestro vecino y volvernos
conservadores para no perder ninguno de nuestros privilegios. Solamente cuando
el sistema ataca alguno de estos bienes directamente con los desahucios o la
perdida de los ahorros se forman grupos que vociferan sin llegar a las manos
porque el capital tiene mecanismos para controlarlos.
El
fútbol de cada día me entretiene, el baloncesto me roba el sueño de las
madrugadas allá en la NBA ,
la televisión de chismorreos, infidelidades, muertes y abusos excita la parte
menos racional de nosotros y entre lo que nos regala el párrafo anterior y
estos entretenimientos no hay tiempo para pensar aunque estés parado y el paro
sea de larga duración. Si no te llega para calmarte siempre estará ese penalti
no pitado, aquel pisotón intencionado o aquel fuera de juego que nunca existió
para hacernos sentir parte de un grupo que ayuda a canalizar nuestra
agresividad hacia objetivos menos peligrosos.
No
hay tiempo para hablar con la luna, se nos va olvidando soñar. Las drogas legales
que nos atan comienzan a convertirnos en enfermos crónicos gobernados por
chorizos profesionales.
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