lunes, 11 de noviembre de 2013

HOY HE PISADO UNA MIERDA DE PERRO
No penséis que odio a los perros, solamente les tengo miedo.
            Nunca pensé dedicar una página a tan distinguidos animales sabiendo del cariño que muchos de los que me leéis les profesáis.
            Estoy seguro que me he hecho mayor y que comienzo a tener manías que pagan, a veces, tan dulces animales.

                        
          
Se que ha sido culpa mía por no mirar al suelo, estaba distraído con los niños que jugaban en el patio de un colegio. No me he enfadado porque estoy seguro que el dueño del perro olvido la bolsa para recogerlo y eso nos puede pasar a cualquiera.
Tampoco me he enfadado cuando, al poco rato, un perro de cara cuadrada y de malas pulgas, muy grande, ha venido corriendo hacia mí desde el parque y se ha puesto a olerme; le he gritado al dueño que lo llamara y que le atará, que me daban mucho miedo, y él me ha explicado que no hace nada, que solamente quiere jugar. Mi corazón ha bajado las pulsaciones lentamente y me he enfadado conmigo mimo por no saber que los perros no muerden y son cariñosos. Tengo que dominar esta manía mía de tenerles miedo. Eso de atar a los perros es una manía sádica de quienes no quieren a los animales y que, por lo tanto, son malas personas.
Al llegar a casa he visto las esquinas con unos polvos blancos, me han explicado que las esquinas les gustan a los perros para marcar territorio y que con esos polvos se van a otro sitio. Estos animales están todo el día en casa esperando a que sus queridos dueños les saquen a hacer sus necesidades y nosotros ponemos trabas a sus urgencias. Ellos no tienen conocimiento para aguantarse hasta un pipi-can donde no quiere ir su dueño y tampoco hay que enfadarse porque solamente se mean y la mayoría de los dueños recogen sus cagadas. Un abuelo que no puede aguantarse y se mea en un árbol es un espectáculo vergonzoso, casi todos hacen sus necesidades antes de salir de casa, para eso tienen conocimiento…
Lo que no entiendo es que el ayuntamiento, sabiendo el censo de perros que hay en la ciudad, conociendo sus meadas, sus enfermedades estomacales y los olvidos de unos pocos dueños no limpia las calles cada día para que no les cojamos manía a estos animales que son buena gente. Dice mi vecino que deberían poner un impuesto para sufragar los gastos de limpiar sus regalos callejeros pero ya está bien de nuevos impuestos, solamente faltaba que nos cobrasen por cuidar con cariño a nuestra mascota. ¡Si son mejores que las personas!
He prometido también que voy a sonreír cada mañana cuando me despierte ladrando de forma convulsiva el perro de algún balcón cercano. Quizá si me levanto, tengo un horario correcto y no me quedo en la cama vagueando como un jubilado, se calle y no tenga que ladrar horas enteras hasta que me levanto. Tengo que reconocer que es un despertador mucho más eficaz que las campañas del cabrón del cura de la iglesia y tengo que acostumbrarme a amar el sonido de sus ladridos.
Cada día hay más perros en mi barrio. Me siento raro de no tener ganas de comprarme uno o de recoger a los que me ofrecen los amigos. Dicen que a los que no les gustan los perros son malas personas y yo debo ser muy malo porque les tengo miedo, no les quiero y tengo ideas raras sobre sus costumbres y las de sus dueños. Me estoy haciendo mayor, tengo que hacer esfuerzos por adaptarme, dicen que son más fieles que las personas y yo creyendo en las personas e ignorando a seres tan encantadores…


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