viernes, 27 de diciembre de 2013

TENDREMOS QUE APRENDER A REBELARNOS
Recuperar viejas relaciones con el pueblo o los mayores debe ser puesto en valor.
Valorar cuanto tenemos, y saber que perder lo que no necesitamos, no nos hace menos felices.
Quizá algún día descubramos un proyecto que nos haga luchar, a pesar de los cañones de agua.

                     
  
            Muchas cosas van mejorando según va apretando la crisis. Es evidente que nadie quiere acercarse al paro si tiene trabajo y que ningún joven quiere estar de por vida desocupado, estas cosas son la parte negativa que los tiburones han regalado a la clase asalariada. Pero desde aquella sociedad de la opulencia hemos ido cayendo en la cuenta del valor de muchas cosas.
            Los padres ya no son aquella visita obligada que hacíamos los domingos para que los nietos les conocieran. Su pensión y su tiempo se han convertido en un tesoro lleno de soluciones que vamos apropiándonos hasta extremos insospechados. Los mayores tienen mucha relevancia en las familias, han pasado de ser un proyecto de residencia a convertirse en el sustento y salvación de unos cuantos privilegios que habíamos perdido con la crisis.
            Los pueblos ya no son el castigo para los necesitados en vacaciones sino una decisión muy generalizada porque Cancún o Tailandia son inalcanzables. Los niños comienzan a sentir la carencia de las comodidades de la ciudad y acabarán por adaptarse a los placeres de lo sencillo. Bueno, quizá no… Al menos tendrán la oportunidad de ver vivir de otra manera aunque anden con los morros incorporados cuantos días dure el simulacro de grandes vacaciones. Incluso los padres dejaran de ser los chulitos del bar para convertirse en compañeros de los lugareños.
            El trabajo bien remunerado ya es un bien escaso y cuantos lo disfrutan comienzan a sentirse felices cuando antes despotricaban de las horas que dedicaban. Defender ese estatus se ha convertido en una forma de lucha aunque como casi todas las luchas tienen muchos números para el fracaso. Nos están volviendo siervos obedientes pero capaces de mirar para abajo a quienes no pueden llegar a serlo.
            Volveremos a ser atacados con cañones de agua cuando nos manifestemos, se viajará al extranjero igual que antes pero para abortar en lugar que para ver museos, estaremos sin cajas de ahorros pero los bancos serán un peligro mucho más real cada día, no quedarán ayudas para los desheredados que tendrán que buscar su futuro en la caridad o en la basura.
            Al regresar al pasado no debemos olvidar que allí vivimos durante años y que fuimos, rodeados de injusticias, capaces de soñar y construir lo que ahora nos están robando. No fuimos infelices aunque los que tienen que renunciar a lo que disfrutan lo tienen mucho más crudo que nosotros que no teníamos casi nada y fuimos poco a poco conquistando lo que nos servía la sociedad de consumo.

            He estado a punto de borrar este escrito. Es triste porque es real y eso jode un montón. Me gustaría más sonreír cada día pero cuando veo como los ricos y los políticos escapan del castigo no tengo ganas de volver a pedir un deseo a la luna. Si el rey, Pinocho y los anteriores Pinochos, Blesa, Ortega Cano, Rato, Urdangarín y mil más andan sueltos no hay lugar para la esperanza. Solamente si los abuelos explotados, los que veranean en el pueblo, los parados y los trabajadores siervos, los manifestantes cañoneados, las mujeres que quieren decidir sobre su cuerpo y los desheredados se juntan en torno a un proyecto atractivo podremos volver a charlar cada noche con la luna y soñar con días mejores.

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