miércoles, 28 de junio de 2017

“LO DEJO TODO ATADO Y BIEN ATADO”
         El dictador que provocó la guerra civil y nos robó la democracia durante cuarenta años murió en la cama pero siguió vivito y coleando.
            El rey fue elegido a dedo por él y juró solemnemente defender el franquismo (luego le vino bien, para mantener la poltrona, cambiar de opinión…) y el presidente del gobierno que nombró, Suárez, era nada menos que antiguo ministro Franco y dominador de los medios de comunicación.
            Teatralicemos el cambio para que todo siga igual.

                                            Resultado de imagen de fotografias de todo atado y bien atado

            Se había esperado tanto tiempo a que cayera el dictador que cuando le dejaron agonizar lentamente (algo pagó, aunque poco) el pueblo se quedó parado. La alegría y los brindis fueron minoritarios y el silencio y la expectación máxima. El poder de los militares era total y la prensa y los políticos formaban parte del aparato del poder. Algunos pensaron que solamente pasando bajo el aro del franquismo se podía salir del túnel (hasta Carrillo aceptó la monarquía de Franco y colgó en el desván la bandera republicana).
            Las personas de a pie, viendo a los dirigentes arrodillarse, tuvieron miedo a una nueva guerra, a seguir en el franquismo. Prueba de ello es que el 92 % aceptaron (como en la mejor de las dictaduras) la reforma política que proponían el rey nombrado a dedo por un dictador asesino y un ministro del mismo elemento. El ejército y los grises eran personajes principales en el paisaje del miedo y la prudencia que se respiraba en España.
            Se dieron prisa a atar los últimos cabos del montaje diseñado por el franquismo. Amnistía para los crímenes del fascismo con la disculpa de dejar salir a los represaliados por el régimen, seguimos sin pasar lista a los asesinos de todas aquellas décadas que dejaron al miedo vivir en muchos hogares españoles en la sala de estar. La segunda fue entronizar sibilinamente a Juan Carlos en un trono al que se ha demostrado, después del 23/F, de las diabluras en los países árabes y de la caza de elefantes, que tiene turbias historias secretas aparte del dedo asesino que le señaló como rey.
            De unas elecciones marcadas por el dominio de los medios de comunicación de la derecha, con un país dominado por la iglesia católica que seguía fiel al régimen franquista y era capaz de condenar al fuego eterno a quienes pensaran en votar a la izquierda y con los partidos republicanos prohibidos en aquellas elecciones, salió un Parlamento que era de todo menos representativo de lo que hubiera pensado un país libre y sin amenazas.
            Aquel Parlamento fue el que acabó de atar bien atada a la democracia española. Para cambiar su constitución hacían falta los dos tercios de los diputados, el café para todos pareció la mejor forma de ignorar los nacionalismos y cargarnos con 17 Parlamentos que hoy no se pueden suprimir ni pagar y cientos de artículos que no pensaron cumplir pero que quedaban muy democráticamente expuestos (derecho a la vivienda, al trabajo…).  Estamos presos de aquel momento y es difícil pensar que se pueda desatar un nudo tan bien hecho.

            Evidentemente nadie olvida que vivíamos al lado de países democráticos y que hemos conseguido libertades poco imaginables en los años 70 para hacernos amigos de los países del otro lado de los Pirineos pero existen cadenas que aún se mantienen vivas. El poder económico sigue dominando el país pero se han conseguido logros inimaginables como los que estos días pasean por las calles de Madrid.

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