“LO
DEJO TODO ATADO Y BIEN ATADO”
El dictador que provocó
la guerra civil y nos robó la democracia durante cuarenta años murió en la cama
pero siguió vivito y coleando.
El rey fue elegido a dedo por él y
juró solemnemente defender el franquismo (luego le vino bien, para mantener la poltrona,
cambiar de opinión…) y el presidente del gobierno que nombró, Suárez, era nada
menos que antiguo ministro Franco y dominador de los medios de comunicación.
Teatralicemos el cambio para que
todo siga igual.
Se había esperado tanto tiempo a que
cayera el dictador que cuando le dejaron agonizar lentamente (algo pagó, aunque
poco) el pueblo se quedó parado. La alegría y los brindis fueron minoritarios y
el silencio y la expectación máxima. El poder de los militares era total y la
prensa y los políticos formaban parte del aparato del poder. Algunos pensaron
que solamente pasando bajo el aro del franquismo se podía salir del túnel (hasta
Carrillo aceptó la monarquía de Franco y colgó en el desván la bandera
republicana).
Las personas de a pie, viendo a los
dirigentes arrodillarse, tuvieron miedo a una nueva guerra, a seguir en el
franquismo. Prueba de ello es que el 92 % aceptaron (como en la mejor de las
dictaduras) la reforma política que proponían el rey nombrado a dedo por un
dictador asesino y un ministro del mismo elemento. El ejército y los grises
eran personajes principales en el paisaje del miedo y la prudencia que se
respiraba en España.
Se dieron prisa a atar los últimos
cabos del montaje diseñado por el franquismo. Amnistía para los crímenes del
fascismo con la disculpa de dejar salir a los represaliados por el régimen,
seguimos sin pasar lista a los asesinos de todas aquellas décadas que dejaron
al miedo vivir en muchos hogares españoles en la sala de estar. La segunda fue entronizar
sibilinamente a Juan Carlos en un trono al que se ha demostrado, después del
23/F, de las diabluras en los países árabes y de la caza de elefantes, que
tiene turbias historias secretas aparte del dedo asesino que le señaló como
rey.
De unas elecciones marcadas por el
dominio de los medios de comunicación de la derecha, con un país dominado por
la iglesia católica que seguía fiel al régimen franquista y era capaz de
condenar al fuego eterno a quienes pensaran en votar a la izquierda y con los
partidos republicanos prohibidos en aquellas elecciones, salió un Parlamento
que era de todo menos representativo de lo que hubiera pensado un país libre y
sin amenazas.
Aquel Parlamento fue el que acabó de
atar bien atada a la democracia española. Para cambiar su constitución hacían
falta los dos tercios de los diputados, el café para todos pareció la mejor
forma de ignorar los nacionalismos y cargarnos con 17 Parlamentos que hoy no se
pueden suprimir ni pagar y cientos de artículos que no pensaron cumplir pero
que quedaban muy democráticamente expuestos (derecho a la vivienda, al trabajo…). Estamos presos de aquel momento y es difícil
pensar que se pueda desatar un nudo tan bien hecho.
Evidentemente nadie olvida que vivíamos
al lado de países democráticos y que hemos conseguido libertades poco
imaginables en los años 70 para hacernos amigos de los países del otro lado de
los Pirineos pero existen cadenas que aún se mantienen vivas. El poder
económico sigue dominando el país pero se han conseguido logros inimaginables
como los que estos días pasean por las calles de Madrid.
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