EL
EGOISMO Y LOS DERECHOS
Nos
estamos convirtiendo en ciudadanos cargados de egoísmos y poco dados a dejarnos
llevar por el altruismo.
Queremos
que lo nuestro sea respetado y demasiadas veces creemos tener excesivas razones
para que nadie se meta con nosotros.
Si no te gusta no te enfades, puedes pedirte una ciudad para ti solo.
No sé si es bueno o es malo pero
percibo que desde muy pequeñitos esta sociedad nos enseña a disfrutar de
derechos y prebendas con mayor intensidad que a afrontar las obligaciones y el
respeto que se necesita para que todos podamos participar del mismo pastel.
Gritan los niños exigiendo tanto a padres como a profesores que sean
satisfechos sus deseos y son mimados para que no se sientan frustrados aunque
eso implique que les dejemos desvalidos y sin defensas para cuando lleguen los
verdaderos problemas.
Los adolescentes y jóvenes, con
trabajo y sin trabajo, creen que la vida es algo que tienen que cuidar sus
padres y sus salidas de fin de semana un derecho que deben que respetar porque
son personas adultas. Coche, dinero, levantarse tarde, echar unos correos para
buscar empleo y sus necesidades cubiertas; además tienen que ser consolados
porque sufren una presión emocional muy intensa al tener que depender de sus
padres o abuelos. Entre algodones muchos van creciendo sin que se vislumbre
cuando tendrán que bajar a la realidad y aceptar que también tienen
obligaciones.
Cuando nos vamos haciendo mayores
nos volvemos más selectivos y tratamos de imponer nuestros derechos o egoísmos con
razonamientos muy elaborados. Elegimos a los toros bravos para defender
animales, cuesta poco a quién no le gustan aunque luego Pamplona se llene de
gente con sus fiestas montadas en torno a dicho animal. No pedimos que quiten
subvenciones y que no lo televisen sino que desaparezcan las corridas. Se han
enfadado las vacas estabuladas, llenas de inyecciones y pienso, los pollos de
granja, los conejos de jaula, los peces de piscifactoría, los lobos, los zorros…
millones de seres hacen cola para ser mimados junto a los toros por quienes
disfrutan de buenos filetes o guisos de animales en cautiverio.
-
Te equivocas Elías, yo no como carne,
soy vegetariano.
Han decidido que las plantas no sufren.
Eligen a quienes se quejan menos. Ellas se guardan en invierno y florecen en
primavera, saben del tiempo, de cómo reproducirse y sabían de cómo defenderse
hasta que el hombre deterioro su entorno y decidió acabar con su corta vida
porque no ladraban como los perros y no eran tan inteligentes como los
delfines.
En un pueblo de no sé dónde han
prohibido fumar hasta en la calle para que los niños y adolescentes no vean
semejante pecado. Comenzaron con los bares, restaurantes, sitios cerrados,
hospitales, negando espacios con ventana a los que venían enganchados del
pasado. Era fácil exigir a quienes no tenían esa mala costumbre instalada en
sus pulmones, pero nadie pide que no se beba alcohol en los bares ni en las
casas porque es una droga malsana porque el que más y el que menos se toma un
vinito, una cerveza o una copa de cava…
Los
ciclistas exigiendo respeto pero infringiendo con excesiva frecuencia las
normas de circulación, se escucha más lo del metro y medio que la prohibición
para las bicicletas de saltarse en rojo los semáforos. Los dueños de los perros
exigen playas, espacios de esparcimiento, que no se maltrate ni golpee a
ninguno de ellos pero no denuncian las cagadas sin recoger, no piden un
impuesto para limpiar sus orines, ni se les pasa por la cabeza comenzar a exigir
que quien tenga un animal de compañía tenga en sus casa las condiciones
higiénicas mínimas para que no tenga que ensuciar las calles (¡a quién se le
ocurre hacer que un animal haga sus necesidades en casa! Bueno, al hombre).
Quizá muchas de las cosas que escribí
hoy te molesten pero pienso que esta sociedad nos está acostumbrando a exigir
cuando no nos cuesta y a prohibir cuando quién paga es el vecino…
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