jueves, 3 de agosto de 2017

NO OLVIDEMOS VIVIR BONITO
Las vacaciones nos regalan tiempo para los sentimientos, para la calma.
Disfrutar, sin prisas, de los momentos que encontramos o inventamos.  
Escrito hace cuatro años y no lo encuentro viejo               
                    
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            Lo más importante que se aprende con los años es el valor del tiempo, debe ser porque cada vez te queda menos. Muchas veces nos quejamos de que pasan los años volando y es verdad que cuando ya los hemos vivido parecen solamente un recuerdo cargado de olvidos, de días ignorados y de meses sin fecha.
La prisa no parece buena consejera para acompañar a un viajero tan poderoso, haciendo muchas cosas tenemos el peligro de que se nos olvide vivir y acabemos persiguiendo al reloj desde la mañana hasta el momento de cerrar los ojos para recuperarnos del cansancio de las mil obligaciones.
Levantarse con la sonrisa de esperar sorpresas agradables, asomarse al espejo con la calma de las vacaciones, pasear junto al mar nuestras energías renovadas, escapar del sol antes de que se enfade y sentarse en una terraza llena de sombra a mirar el calor absorbido por las sombrillas me parece una forma optimista de jugar con el verano.
Llegarán los momentos bellos en encuentros casuales, en miradas cómplices, en besos explicados o en silencios que hablan con el cielo estrellado teniendo el tiempo detenido. Todo puede guardarse, quizá escribirse, para saber de nuestra vida mañana, para recordar en las prisas, en los enojos, en las zancadillas de la salud y la rutina que nosotros hemos vivido muchas de las cosas que nunca hubiéramos soñado.
Si tenemos la suerte de estar en este lado del mundo, de los que llegan holgadamente a fin de mes y pueden visitar el mar o la montaña si les gusta, tenemos una deuda pendiente con el tiempo si no sabemos inventar historias más allá de las preocupaciones de satisfacer las necesidades primarias. No podemos conformarnos con mirarnos la barriga mientras el reloj nos va sumando fechas, tenemos la obligación de soñar porque la realidad nos permite preocuparnos de cuidar otros detalles.
Los que viven en el otro lado, los que se quedaron en la ciudad donde aún quedan bastantes porque no tienen para más, lo tienen más difícil pero satisfacer lo básico acaba siendo un placer que nosotros no sabemos valorar. Pueden tener sueños porque algo puede ir a mejor algún día…


Irse a dormir, respirar lento y profundo y dormir. Mañana volveré al espejo, a la sorpresa, a correr junto al mar cuando el sol saluda a la mañana y no olvidaré que en algún lugar del minutero viviré un momento para guardar en el baúl en el que acumulo los regalos que va haciéndome el camino. 

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