PERDIMOS
TODOS
Nos
llevaron a un pozo desde donde será difícil salir.
¿Quién
pagará los platos rotos? ¿Quedará impagada la factura como en la corrupción?
Es
un milagro que España sobreviva ante tantos incompetentes y chorizos.
Hemos asistido a unos días de
vértigo en que las mentiras y los órdagos se han ido sucediendo hasta poner el
corazón en un puño a toda España. Ahí está el corazón esperando el lunes a ver
quién es más culpable de los dos. Aumentan los sordos del país por lo que los
únicos que ganarán en esta batalla son los otorrinos. ¿Por qué nadie escucho a
Europa? ¿Por qué nadie escuchó al banco Sabadell, a la Caixa y tantas otras
empresas más? ¿Por qué nos siguen engañando mientras intentan evitar apechugar con
sus decisiones?
Los sordos no pueden escuchar.
Necesitamos otorrinos de prestigio para que alguien escuche que se están
poniendo en peligro miles y miles de puestos de trabajo, que la crisis volverá
y pagarán los de siempre porque los que nos metieron en este lio ya tienen a
buen recaudo su futuro. Y el otorrino se desespera porque todos parecen
contentos de lo que está sucediendo, todos ganan porque nadie se para a
contemplar la avalancha que nos va
llegando.
Quizá unos han soñado unos días lo
que consideran su ilusión vital. Puede ser que los que se alegran con su 155
estén saboreando la derrota de quienes se saltaron irresponsablemente la
legalidad. Parece que han respirado todos porque la respuesta a las medidas del
Senado no será parecida a la que imaginaron los kamicaces que pretendieron
escudarse en personas indefensas para vencer a un enemigo poderoso: el mundo
entero. Calma chicha, pero no sabemos cuándo volverá la tempestad.
Lo que tienen que tener claro es que
perdimos todos, que hemos entrado en un túnel largo, profundo y doloroso. Los
puestos de trabajo perdidos irán llegando a los hogares, el dinero derrochado
no llegará a los hospitales, el enfrentamiento entre las personas que habitamos
estas tierras durará muchos años. Unos serán fascistas sin serlo y otros son racistas
sin vestirse de colores y las mentiras y descalificaciones seguirán surcando
las calles del país sin que nadie sienta la necesitar de visitar al otorrino.
Estamos en el siglo XXI. Es hora de
no mentir tanto, de no prometer el cielo cuando vamos camino del purgatorio. Es
hora de la calma para buscar arreglar los múltiples errores del pasado. Pero
mientras sigamos encerrados en los principios excluyentes no encontraremos la
salida del túnel. Algunos ya comienzan a pensar ¿quién nos ha metido en este
trance? ¿pagaremos solamente la factura los de debajo de la sordera congénita
de tantos gobernantes?
Ellos seguirán con sus privilegios
seguros de no deber nada a nadie y con la absoluta seguridad de que escuchan a
su propio ego y eso el otorrino no lo detecta…
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