DISFRUTANDO
DE UN CUADRO
El
Bosco es uno de mis pintores preferidos y el Jardín de la delicias mi cuadro.
Estos
días le recordaba en Internet y he disfrutado con sus fechorías.
Me
ha impresionado cómo se puede vivir un cuadro a través de las redes.
Solamente
para quienes le apetezca un paseo por un cuadro impresionante.
Al abrir las puertas del tríptico he
descubierto la vida, el color, la alegría, las dudas, el mundo, la imaginación
y las heridas. He abierto mis ojos como platos para intentar abarcar la belleza
que se desborda desde el centro a cada esquina, la magia del conjunto me aleja
de los detalles y me quedó en suspenso observando cómo se mueve la vida sin
complejos entre negros y blancos, juntando besos con frutas placenteras en los
labios y dejando desnudos a los seres humanos conviviendo con los pájaros.
Siempre comenzaba mi visita al Prado
delante de este cuadro. Nunca dejaba de sorprenderme aquella parte central del
tríptico llena de novedades que un día decidía interpretar como la lujuria
pecaminosa que llevaba a la condena eterna y al mes siguiente solamente veía
seres desnudos disfrutando de la vida y dando rienda suelta a sus deseos.
En aquel lugar del museo se detenía
el tiempo. El horizonte en lo alto daba profundidad a la fuente de los cuatro
ríos, podía entrar en el cuadro y saber lo que estaba lejos y cerca, había avanzado
El Bosco muchos años en la lucha por la perspectiva con sus pájaros, sus besos,
sus lagos rodeados de caballeros inquietos y unos grupos de placer donde se
insinúa lo que la imaginación quiera crear en cada uno de sus rincones.
Todo era posible en aquel mundo
retratado con descaro. Quizá fuera lujuria y pecado, puede que todo sucediera
cuando el mundo aún no estaba condenado, es posible que muchos vean en la tabla
de la derecha, el infierno, la condena de la vida que se desenvuelve con los
placeres que piden los cuerpos.
He recordado las cuatro escenas y me
he permitido comentar dos detalles del cuadro que no quiero que pasen
desapercibidos.
-
Los
negros que aparecen en el cuadro en una relación de igualdad con los blancos en
unos años en que se comenzaban a cazarlos en África para llevarlos al
continente recién descubierto y que durante siglos les mantendrá como esclavos
convertidos en mano de obra barata.
-
Siempre
me ha gustado ver en el infierno la violencia y observar a esa rara especie de
perros dando cuenta de un soldado con armadura, me revuelve las tripas pero me
reafirma en lo condenables que son las guerras y más si se llevan a cabo en
nombre de quienes predican el amor. Nuestros dos personajes han huido de las
movidas del cuadro y flotan en su burbuja dejando que sus manos hablen, que sus
besos enjuaguen lágrimas de felicidad y que sus cuerpos disfruten de las
sensaciones que la vida nos regala. Ellos saben que su autor hablaba de vida
placentera, de la belleza de los cuerpos desnudos, de la bondad de la naturaleza
y del deseo que no necesariamente tiene que ir destinado a la tabla del
infierno.
He seguido a los moradores de una
burbuja y he imaginado que han compartido el sabor de una fresa, han subido
hasta el baño de Venus para recrear en el agua sus sentidos y miran al árbol
que regala ríos de vida. Nadie les podrá robar el sueño de flotar en su
burbuja, haciendo el amor, con el tiempo detenido. Sonríen felices en su
burbuja quienes saben de deseos, caricias y tiernas miradas. No irán su placer,
sus desnudos y sus contactos sexuales a la tabla del infierno.
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