martes, 14 de noviembre de 2017

NACÍ CERCA DEL PARAISO
Y con derecho a quejarme cada día por las cosas que no me gustan.
Leyendo las noticias te das cuenta de que eres una persona con suerte.
Aun viviendo en el otro lado estamos mejor que la mayoría de los habitantes del Planeta.

                   Resultado de imagen de fotografias de paisajes
                  
            Cada día cuando ojeo la prensa acostumbro a sonreír porque percibo que he tenido la suerte de haber nacido en aquella parte del mundo que tiene el santo de cara. Los terremotos que matan cientos de personas en otros países  aquí son temblores de tierra que no causan víctimas, las olas de ocho metros de Menorca son más un espectáculo que una catástrofe, aunque machacamos a la Tierra seguimos teniendo agua potable en abundancia solamente con abrir el grifo y hasta los desfavorecidos tienen un mínimo vital por el que sonreiría la mitad del mundo.
            Muchos seguimos vivos, y soñando con muchos años, cuando en la mayor parte del mundo las personas no alcanzan  estadísticamente nuestra edad. Traducido en una frase terrible, habríamos muertos hace un puñado de años si es que hubiéramos tenido la suerte de superar las enfermedades de la infancia. He vuelto a sonreír y a mirar el azul del cielo calentando mi rostro con el clima que nos regala noviembre. ¡Cuántas veces, con las prisas, olvidamos lo mal repartidas que están las comodidades en el mundo!
            Percibir cuantas cosas tenemos, valorar el tiempo que nos regala la sociedad, evitar romper los días con cosas que no tienen importancia, creo que ayuda a hacer más agradable esa vida que los Pinochos, los chorizos de cuello blanco y tantos buitres que se forrar a costa del trabajo de otros, se empeñan en ensombrecer en el día a día. Bueno es tener ganas de machacarlos y luchar para que la tarta se reparta de una manera más justa pero no debemos regalarles nuestro derecho a montarnos nuestra felicidad.
            Muchas cosas son mejorables pero no debemos nunca olvidar que tuvimos la suerte de venir a la vida en una parte del mundo donde tenemos la ventaja de tener mucho más de los que pueden soñar miles de millones de personas. Vuelvo a sonreír porque cuando se tienen cubiertas las necesidades básicas es posible disfrutar de millones de pequeñas cosas que acostumbramos a olvidar. Nuestro peor enemigo es la prisa y dejarnos invadir por ese deseo que venden los depredadores del bienestar que consiste en hacernos desear tener más, cada vez más.
            Sentado en una hamaca, dejando que me acaricie el sol de noviembre, sin prisas, pienso que me gustaría que los estados regalasen vidas parecidas a la mía a tantos millones que carecen de lo básico. Ya sé que prefieren darles armas para matarse en lugar de lo suficiente para sobrevivir y que de vez en cuando puedan sonreír porque su existencia vale la pena.


No hay comentarios:

Publicar un comentario