UNA
SONRISA FRÍA
Necesitábamos
la nieve o el agua, no nos importa rescatar a los abrigos.
Hasta podemos pensar estos días que las estaciones siguen existiendo.
Los
árboles han acelerado su desnudez para que sus hojas no tiriten.
Hace frío, todo el mundo ha sacado
la ropa de abrigo. Junto al Mediterráneo se siente el invierno mientras allá en
las montañas, lejos, van acumulando agua para cuando pase el invierno. Esa
nieve blanca y atractiva, cuando caen sus copos suavemente en nuestros rostros,
es bienvenida, hasta las carreteras sabían que era necesaria. Nadie se queja de
las quitanieves o de las cadenas, a todos nos han convencido del daño que hemos
hecho a las estaciones con el cambio climático. Sonreímos cuando observamos que
aún no estamos definitivamente condenados…
Los árboles de las ciudades han
teñido de marrón las aceras, las hojas caen presurosas, han saludado al viento
y a los termómetros y se han recogido en sus ramas para que no les haga daño lo
que a nosotros nos alegra. Es tiempo de otoño cuando el calendario ya habla de
invierno, es tiempo de tapar pantanos que nunca deberían dejar ver lo que hace
años enterraron. Vuelve la sonrisa a nuestro rostro, escondida tras una gruesa bufanda,
esperando que truene porque nos van asustando con fotografías que hablan de
desiertos donde hace poco las tierras estaban inundadas.
En
casa, calentitos, hojeamos un libro o dejamos que la televisión nos
cuente historias. Ya revisamos la calefacción, cerramos puertas y ventanas y
percibimos, tras los cristales, las calles casi vacías donde se aventuran
personas escondidas bajo toda la ropa que encontraron. Deseamos la nieve, que
comiencen a caer aquellos copos suaves, lentos, que se mueven al compás del
viento, regalándonos sueños de invierno, de familia o de soledad. Cada uno
tiene su tesoro para dejarse acariciar, sin paraguas, por una nieve que promete
primaveras caudalosas donde la vida volverá a nacer.
Deseamos que no nos roben las
estaciones, que nos dejen esperarlas, intentar detenerlas y despedirlas en busca
de una más. Rompen la monotonía del tiempo, nos despiertan para contar los
meses y los días en un intento de despertar de la rutina y saludar a cada
amanecer, conscientes de que también es limitado el regalo de la nieve.
Hace frío, sonríe el viento, caen
los copos de nieve pintando las cumbres de blanco y gritando a los valles que
tendrán su primavera, para que las hojas vuelvan a su casa cuando derramen el
tesoro que hoy comienzan a guardar.
Pero Elías, que te vas a pasar a la poesía. Estás ecológicamente tierno. Un abrazo navideño.
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