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SEGUIMOS SIN SABER LA VERDAD
Una pista confusa es que uno de sus
profesores en la academia militar se hizo muy amigo suyo, tuvo cargos
importantes y permaneció 17 años como secretario general de la casa del rey
antes de ponerse al frente del golpe de estado que tuvo por pieza secundaria a
Tejero. El discípulo, amigo y jefe de su casa se llamaba Juan Carlos.
Hace 37 años de aquella figura ridícula
de Tejero pegando tiros en el Parlamento español y seguimos sin que los
protagonistas de aquellos tejemanejes digan ni una palabra de lo que pasó.
Sabemos que hubo un ganador, el rey nombrado por Franco, y un perdedor, Suarez,
un fascista reconvertido que molestaba a los militares. Eran tiempos en que el
miedo hacia firmar amnistías, hacer constituciones a la carta y dejar en el
poder a quienes treparon con el dictador.
Alfonso Armada era aquel profesor del
monarca, amigo suyo y con 17 años dirigiendo la casa real; se paseó por media
España platicando con los dirigentes de los partidos políticos, mezclado con
militares golpistas y regresando siempre a dar cuenta de sus gestiones a
Baqueira o a la Zarzuela, aunque nos hicieron pensar a todos que existía un mal
de familia de no enterarse de nada de los que pasaba bajo sus paredes. No debe
extrañarlos el mal que aqueja a la infanta Cristina, debe ser hereditario.
El rey manejó el tiempo y a las personas
de una forma magistral para acabar como salvador de una conjura que conocía muy
bien pero que le convirtió en un ser extraterrestre que desde la ignorancia
llegaba para salvar a España. Nadie en aquel momento hizo otra cosa que
respirar cuando apareció en la televisión para anunciarnos que seguíamos en
manos de los mismos pero que nos había liberado de otros que eran mucho más
malos. Hasta yo respiré y volví a casa porque la trama estaba tan bien montada
que el miedo se extendió con rapidez para dar más realce a la hazaña del monarca.
Muchos autores has puesto por escrito
que el rey era consciente de todo lo que estaba sucediendo y parece que
aprovechó el momento para asentar la monarquía (odiada por los republicanos)
franquista y convertirse en el emperador de la democracia. Se ha ido de rositas
y solamente sus devaneos amorosos y sus contactos con los petroleros árabes han
puesto en cuestión su figura quizá para realzar la de su descendiente por
haber nacido en tal familia. ¡País!
El tal Alfonso, condenado a 30 años,
pasó unos poquitos bien cuidado en una prisión militar rodeado de comodidades
y amiguetes y fue indultado por la vida rápida para seguir disfrutando de una
vida de “marqués” (título que su amigo le regalara) hasta los 93 años. Pequeño
precio para asentar la monarquía y dejar a su amigo y discípulo entronado en la
poltrona real.
Fueron muchos los que estaban en el ajo
¿por qué leches siguen callando? Con una nueva iglesia hemos topado…
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