CAMINANTE
NO HAY CAMINO…
Machado en una tumba
solitaria bajo el cielo azul de Colliure.
No
solamente la luna y las estrellas recrean la vista.
Aquel sevillano, enamorado de
Castilla, lleva casi ochenta años lejos de la tierra que amaba. Eligió un
pueblo cercano a España, quizá soñando con el regreso, donde la luz alegra los
días e invita a intentar hablar con uno mismo mirando como rompen suavemente
las olas. Aquel azul que invita al optimismo pudo ser el motivo de elegir este
pueblecito pequeño para descansar recordando el sol de su Andalucía.
Al llegar a Colliure, y dejar el
coche en uno de los aparcamientos de pago de obligada visita, sientes el
recogimiento de un lugar donde, rodeado de personas, puedes aislarte de todo y
mirar el cielo, un cielo bello al que la luz del sol le regala un azul lleno de
la claridad de la mañana. El mar, más oscuro, ayuda a componer una escena en la
que cada uno puede dejar que el tiempo discurra sin mirar el reloj.
Sentado en las murallas puedes
contemplar como acarician las olas la orilla y al levantar la vista dejar que
la imaginación y los recuerdos te permitan perderte en tu mar dentro de aquel
azul lleno de promesas y de luz. Dejar que el tiempo corra, a la sombra del
castillo, deteniendo las prisas, llamando al olvido a las cosas sin importancia
y despertando los sentimientos que con excesiva frecuencia ignoramos.
Es bueno tener sitios para guardar
en la memoria. Cada uno tendremos los nuestros y produce un profundo placer
regresar a formar parte de ellos en algún momento. No es necesario que este tan
lejos como aquel pueblo donde descansa medio olvidado Machado, cada uno sabe sus
escenarios aunque muchas veces olvidamos visitarlos.
… Se hace camino al
andar…
No sé porque los versos del poeta no
le han permitido regresar a su Sevilla natal o a su Soria querida. Quizá algún
día él pueda cambiar la luz de Colliure por los cielos estrellados de Castilla.
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