OJO
POR OJO Y DIENTE POR DIENTE
Si
me haces daño: tienes cadena perpetua y nadie piensa en revisar…
El
odio puede superarse, la venganza parecía desterrada.
De nuevo los medios de comunicación
nos han vuelto a jugar una mala pasada. Han recreado el cruel asesinato de un
niño de ocho años para mover los sentimientos de las personas y despertar su
odio hacia quién haya podido cometer semejante atrocidad. Existen unos cuantos crímenes
parecidos en España en los últimos años, que se olvidaron muy pronto, pero
decidieron que éste tenía todos los ingredientes para oscuros intereses.
Posible asesina extranjera, de otra raza, padres separados, ingredientes que el
Caso hubiera deseado para cualquiera de sus ediciones especiales.
Va surgiendo mucha más maldad cuando
nos comunican que el crimen era premeditado con una mezcla de celos, dinero,
pasado oscuro y mala fe. Las personas nos lanzamos a la calle a pedir “justicia”
y parece leve la pena de muerte para semejante atrocidad; como nos curaron de
este pensamiento hace tiempo pedimos la cadena perpetua permanente para
enterrar a la posible culpable entre rejas.
Vendiendo la idea de que salvamos al
mundo de los peligros más inminentes exigimos venganza, volvemos al ojo por ojo
y diente por diente. Hace tiempo que en Euskadi existen personas que venden,
con éxito PPero, la idea del castigo eterno para quienes un día hicieron daño
irreparable y quieren que paguen encerrados el daño que infligieron. Solo queda
una alternativa: pena de muerte inmediata o pena de muerte entre cuatro
barrotes, lejos de la mente humana la posible reinserción.
Solamente vivimos una vez y muchos
habían decidido que robar, en frío, este tesoro a una persona era un acto que
una sociedad civilizada no debía llevar a cabo. Ver a los padres de las
víctimas en la tribuna del Parlamento, invitados por el PP (también les podía
haber invitado Ciudadanos), pidiendo la cadena perpetua era cuanto menos una
imagen llena de sensiblería barata que no puede permitirse el legislador.
Consiguieron que la corrupción, los contratos basura, las míseras pensiones de
muchos/as, el atropello de la libertad de expresión o los privilegios de los
políticos quedarán olvidados para centrarnos en lo importante: castigar
duramente (treinta años de prisión son poco) un crimen atroz dejando vía libre
a los deseos de venganza.
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