martes, 10 de abril de 2018


UNA MONARQUÍA FUERA DE LUGAR
Aquella República derrotada por un golpista nunca fue restaurada.
Estos borbones son herederos de Franco, el asesino que acabó con ella.
Impuesta, con calzador, en una Constitución dictada por el miedo.

                            Resultado de imagen de fotografia de juan carlos en las cortes de franco

            Aquella República de 1931 hacia sonreír a España e intentaba repartir el pastel entre todos los habitantes del país. Ya hablaba de repartir tierras (el tesoro de aquellos años), de independizarse de la tutela maléfica de la Iglesia y de abrir las puertas a las ideas más avanzadas de los países europeos. Quién acabó con aquella esperanza mantuvo prisioneros a los españoles, cargados de miedo, y ejerció un poder despótico cuando ya hacía mucho tiempo que los países occidentales habían olvidado a Hitler y el fascismo.
Bajo el manto de aquel asesino, y de la iglesia, se educó el que luego fuera nombrado heredero, Juan Carlos, de aquel otro borbón, Alfonso XIII, que marchó cargado de millones(como otro que yo me sé) a hacer de Europa su cortijo con el dinero de los españoles. Una institución caduca en aquel siglo XX volvió al trono por el deseo de Franco, la iglesia y el dinero de mantener el poder hasta después de muerto el dictador (al que dejaron morir sus amigos lentamente en la cama). Una monarquía nunca votada después de haber robado la República.
Juan Carlos juró las leyes franquistas, fascistas, pero fue cediendo un poquito de terreno para asegurarse el trasero en el trono durante más tiempo  y así comenzar la sacrosanta cruzada de devolver a España la democracia con los aplausos de unos medios de comunicación haciendo coro a su majestad. Suben los colores a muchos españoles recordar cómo se vendió de barata la República por un miedo que ya duraba demasiado tiempo y que decidió volver a arrodillarse ante la iglesia, los potentados y los borbones.
Cuando vio que aquello se desmadraba, y que su trono se tambaleaba por el cabreo de los amnistiados (que vergüenza, ladrones y asesinos limpios por la gracia del miedo), no dudó en manejar un 23F para mayor honra y gloria de su poltrona y volver, con la venia de la prensa y de partidos políticos, todos callados, a convertirse en el salvador de su propio bienestar.
Ni corinas, ni petróleo, ni árabes, ni cien camas visitadas tocaron las páginas de los diarios durante muchos años. Estaban construyendo el santo que luego derribaron. De aquel rey, hoy es sucesor e hijo Felipe, el rey que en un intento de acercar la monarquía al pueblo se casó con (para ellos) una plebeya; los medios de comunicación ya tienen carnaza para vender un simulacro de libertad e ignorar las amistades del señor ungido por la borbonía, sus juergas de juventud o cuantas ocultaciones y favores tuvo en su decisión de coronar reina a aquella locutora de la tele.
Estamos esperando el referéndum que deben desde 1936 a los españoles. No se trata de una abuela que no puede hacerse una fotografía con sus nietas o de una reina que parece borrar besos con su mano o del feo gesto de la princesita retirando con violencia la mano de su yaya. No estarían ahí si la pareja que les precedió no hubiera servido tan bien a su causa.
Es hora de soñar que una republicana reconvertida en reina pueda ayudar a acercarnos a los que nos robó aquel golpista, llamado Franco, que entronó a los borbones de nuevo.


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