lunes, 16 de abril de 2018


UN SUBNORMAL EN LA CASA BLANCA
A nadie normal se le ocurriría poner al Planeta en peligro.
A nadie normal se le ocurriría bombardear para castigar un bombardeo.
Vender armas, caiga quién caiga, le da de baja de la raza humana.
            
                           Resultado de imagen de caricaturas de Trump
            Entre Rusia y Estados Unidos tienen bombas para destruir la Tierra cien veces y saben que no pueden enfrentarse porque no pueden controlar la respuesta del otro. Eso se sabía desde la guerra fría hasta que unos personajes incontrolados (millones) elevaron a Donald Trump al altar desde donde se aprieta el botón de los misiles. Por aquello de viviremos mejor sin inmigrantes, sin apoyar a otros países económicamente y cien lindezas similares, tenemos a un Hitler nada contemporizador con el sentido común.
            El país que lanzó las bombas atómicas en Japón, sobre población civil, tiene un presidente que se ha convertido en juez que, pasando de la ONU y otras lindezas, decide culpables y castigos para mejorar su imagen delante de aquellos que le encumbraron a la Casa Blanca. Tiene las armas más destructivas del Planeta e intenta imponer quién puede disponer de una migajas (si las paga adecuadamente) para montar una guerra en la que sus industrias armamentísticas se forren. Allá en Siria montaron un cristo para dominar la zona y acabar con Bashar-al-Assad, su presidente; armaron a los enemigos y dieron armas a quienes hoy quieren hacer desaparecer del mapa. Esa Europa sumisa ha olvidado que son esas armas las que unieron a las personas que atropellan con sus autobuses o camiones a personas inocentes.
            Pone la carne de gallina que sea ese devorador de mises quién ande repartiendo armas y decidiendo quién puede moverse en el Planeta. Aparenta ser un personaje sin control que, aparte de la pasta, dice y hace lo que piensa sin aparente control. Muchos pensamos que duraría dos meses y que los republicanos le pararían los pies pero es listo como el hambre para, desde las cloacas, controlar los movimientos de quienes comparten un trocito del pastel de poder con él.
            Evidentemente los seres humanos son más razonables, disimulan más sus odios y carencias y no tienen el poder de destruir el mundo, cosa que pone la carne de gallina. Francia, Inglaterra, Pinocho, y todo ser viviente con poder en occidente, aplaudiendo la explosión de sus misiles aunque debiliten la posibilidad de acabar con quienes atentan en París, Bruselas o Barcelona, sin preguntar quién pasaba por allí. Cada país que desestabilizan, con sus ambiciones, provoca millones de muertes y millones de refugiados que buscan sobrevivir a la barbarie que desataron quienes querían controlar el poder.
            18 millones de sirios, 30 millones de iraquíes, seis millones de libaneses, millones de subsaharianos enviados a la miseria. Si quedaba algo del paraíso de Adán y Eva están acabando con todo vestigio de tal existencia. Y nos engañan con terroríficas imágenes de bombas químicas, que despiertan nuestra sensibilidad, con niños en primer plano, como si el resto de las muertes fueran más humanas.
            ¿Y si ellos mismos tiraron las bombas para justificar sacar pecho como subnormales?

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