FLORES
EN LOS MUSEOS
Agradecer a todos los que se acordaron
de mis 69, algunos consiguieron volver a emocionarme, así da gusto cumplir
años. Lástima del puto tiempo que es limitado.
Día internacional de platas y museos que
en Girona ya les juntan.
“Aportan
oxígeno, protegen al suelo de la erosión, nos dan alimento en forma de frutos,
semillas y raíces, adornan nuestras casas, proporcionan corcho, medicinas y
papel... los vegetales son seres fascinantes sin los cuales no sería posible
nuestra vida en la Tierra.”
Pasear
por Girona estos días plagada de flores, invadiendo desde los museos a los
baños árabes o los recuerdos judíos, es un placer que tiene el inconveniente de
que muchas personas deseamos compartir la idea de recibir a la primavera
vistiendo de colores cada rincón de la ciudad. ¡Tanta belleza arrancada de la
imaginación o de los campos y jardines para alegrar los días!
Parece
que vislumbraron la idea de hacer coincidir el día mundial de los museos con el
despertar exuberante de la naturaleza. Todos sus museos abiertos para que con
el atractivo de las flores, que adornan sus rincones cargados de máquinas
antiguas o historias olvidadas, tomen vida también con la visita de muchas
personas que no acostumbramos a visitar sus tesoros.
Algunos
días al observar el cariño con que mimamos a las mascotas me paro a pensar por
qué tenemos tan olvidadas a las plantas. Ellas también son agradecidas y cuando
un humano o las nubes riegan su estancia no se olvidan de prometer frutos o
regalar colores a cuantos quieren admirar su buena disposición. Deben ser seres
vivos de segunda categoría que, como no entienden nuestro lenguaje ni se quejan
en el idioma de los humanos, son considerados objetos de consumo hasta poner en
peligro la Tierra que habitamos.
Flores,
flores, colores, colores… cuestas y escaleras, imaginación y belleza… lástima que
seamos tantos para disfrutar de la tranquilidad de contemplar en silencio una petunia
o dejar que el perfume de una rosa nos alegre el paseo. Girona cada año regresa
en primavera, quizá se olvidó de poner alegría en las escaleras de la catedral…
Ya tengo
69 años y tres días, fueron bonitos los recuerdos pero el reloj no nos perdona
y tenemos que acelerar las ganas de vivir para aprovechar cada día…
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