domingo, 10 de junio de 2018


ME GUSTA VER VOLAR A LOS PÁJAROS
Quizá porque soy envidioso y me gustaría volar como ellos.
Quizá porque disfrutan de un vuelo libre, sin limitaciones.
Puedo pasar horas viéndoles planear, casi siempre acompañados.

                                 Resultado de imagen de fotografias de pajaros colorines en el bosque

             No se hacia dónde vuelan, su mundo está muy lejos del mío, pero dan vueltas y más vueltas sin seguir caminos trazados. Deben hablarse, perseguirse, darse calabazas y sentirse bien cuando encuentran la compañía que les agrada. Parecen hablar en cada uno de sus giros con la pareja que les sigue, dicen que buscan mosquitos y alimentos pero yo solamente veo su vuelo, sus cortejos, su llegada al nido de ladrillos donde deben convivir las familias en una ciudad donde no hay zarzas y los árboles son peligrosos..
            La sensación de libertad, de volar rápido sin prisas por llegar a ninguna parte, me provoca una cierta envidia. Sería bonito volar, ver el mundo desde el otro lado, repetido, sin obligaciones, buscando desde lo alto los secretos de la Tierra. Ellos saben del tiempo, de la llegada de la primavera o de la amenaza de lluvia, conocen cuando aparearse  y preparar el nido para las crías, tiene la sabiduría de los aviones o de los pardales que en algunos aspectos nos ganan por la mano.
            Cuando voy al bosque, ahora en primavera, apenas les veo pero ellos me dicen que están allí porque no paran, con sus trinos, de hablar entre ellos, parecen contentos o al menos a mí me da la sensación de que sus cantos no trasmiten tristeza. Es tiempo de abundancia, de pensar en elegir pareja para aparearse y construir un nido y cuidar de que llegue a buen puerto la descendencia. Una vida corta, cinco o seis años en libertad, y llena de peligros pero con la suerte de ver el mundo desde lo alto.
            Quizá son recuerdos de la infancia cuando nuestro tesoro era “saber” un nido de colorín y visitarle diariamente, corriendo tras el aro de metal, para contemplar como aquellos huevos despertaban a la vida y pedían con insistencia la visita cargada de alimentos de sus progenitores. Era nuestro secreto, intocable porque nos decían que se notaban que les habíamos descubierto abandonarían a sus crías.
            El mundo ha cambiado muy deprisa, hoy podemos volar ayudados por los nuevos inventos, pero aún no hemos conseguido dominar esa sensación de desplazarnos por el espacio con libertad. No se escuchan los trinos de los pájaros en la ciudad…
           
           


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