EL
CAOS DE LA PROSTITUCIÓN
No
se atreven a perseguir a quienes utilizan a las prostitutas.
La
ilegalidad acaba provocando la esclavitud de muchas mujeres.
Sabemos
que seguirá existiendo, hagamos que se respeten unas reglas.
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Aquí nadie parece ver más de 2000
prostíbulos abiertos y más de 30.000 mujeres trabajando en ellos. Se denuncia
periódicamente la existencia de menores pero no se afronta nunca el problema de
hacer legal o no este trabajo que ejercen miles de personas y no todas son
sudamericanas o personas del este. Tampoco nadie se molesta periódicamente en
afear la conducta de millones de hombres que buscan con su dinero satisfacer
las urgencias sexuales comprando con su dinero a mujeres que normalmente acaban
en este trabajo por problemas graves de dinero.
Todos sabemos que es un problema
antiguo, casi eterno, y de difícil solución pero no debemos de olvidar que son
personas humanas a las que se las degrada cuando deben entregar su cuerpo por
dinero. Lo que me impulsa a escribir estas líneas es leer que los clientes más
asiduos son jóvenes de 20 años que han nacido en una sociedad que intenta
educar en el respeto, especialmente a la mujer por la historia de humillaciones
que ha tenido que soportar.
Dado que las prohibiciones parecen
no llegar a buen término, en los países en que se ha aplicado, intentemos que
se legalice su situación y le sea mucho más difícil a las mafias, en la
clandestinidad, abusar hasta la humillación extrema de personas que pasar
dificultades económicas o han sido engañadas con promesas de trabajos que nunca
llegaron a ver. Prevenir sus enfermedades, sus embarazos no deseados, su
explotación sin seguridad social ni contratos y un mayor control de los
establecimientos donde se ejerce esta que dicen es la “profesión” más antigua
del mundo.
Me avergüenza escribir estas líneas
porque ninguna persona debería abusar sexualmente de otra por su posición
social y su dinero. Claro que debería desaparecer la prostitución pero quizá ya
va siendo hora de que se mire mal a las personas que cuentan sus proezas en los
burdeles o acompañan a personas en festejos que maldita la gracia que hace la
diversión. Pero no existen recetas para acabar con le prostitución y hemos de
intentar dignificar su profesión, otorgarles un mínimo de garantías e intentar
proteger a las mujeres de las mafias que las explotan sin consideración alguna.
Intentaré no juzgarlas nunca más, no
conocemos la historia que las ha conducido a tener que poner su cuerpo a
disposición de cualquiera que tenga poder económico. Buscar un camino en el que
la injusticia sea menor no parece la peor de las veredas. Ya es legal en Holanda, Alemania,
Suiza, Austria, Grecia, Turquía, Nueva Zelanda… no creo que todos sean feudos
machistas, quizá han pensado que es un mal menor que nos ponga en camino para
hacer que la prostitución no haga sacar pecho a los hombre sino vergüenza de no
respetar a otra persona.
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