UN
ABUELO RECUERDA SU PUEBLO/2
La lluvia era esperada en
aquellas tierras de secano. Los campesinos mirando al cielo e implorando en
procesión con su santo que sus tierras recibieran el agua. Las estaciones caían
rutinarias desde el arar, sembrar, esperar, contemplar el verde de la esperanza
de sus trigos y cebadas y animar a las espigas a que crecieran y entregaran lo
que prometían al salir de la tierra....

Llegó el momento de recoger la
cosecha, segar de madrugada, recoger las espigas y levantar las morenas
esperando el carro y las vacas que transporten su tesoro a la era. Los niños no
saben de escuela, llevan el botijo o el puchero a la finca, recogen espigas de
los caminos con zarzas y ayudan con sacos, trillos, gallinas y cabras paseadas
a que la labor de la casa sea compartida entre todos los habitantes. Es tiempo
de recoger los escasos frutos que aquella tierra pobre regala.
Montar en el trillo, con el palo
aguijoneando la pausa de las vacas, es un honor para aquellos niños que admiran
y desean llegar algún día a ser labradores como sus padres. Dando vueltas sobre
las espigas, con el rostro cubierto por aquel sombrero de paja, se sienten
emperadores del mundo y mucho más si regresan montados en el caballo entre los
brazos de sus padres. No se prodigaban las caricias en aquellas tierras duras y
secas.
Aquellos niños, olvidados hoy, se
han convertido en abuelos, su camino ante los cambios ha sido duro y me temo
que la velocidad del mundo acabe con su capacidad para adaptarse a la
revolución de televisiones, móviles, drones y millones de mensajes que
transforman con rapidez el mundo que les rodea. Vienen de aquel mundo estático
que llevaba sobreviviendo centenares de años y contemplan incrédulos como
cuantas verdades eternas mamaron acaban siendo condenadas por el progreso.
Aquellos niños, hoy abuelos, sabían
de la obediencia a la zapatilla, de reyes roñosos, de abrazos olvidados y misas
y primeras comuniones rituales. En su ignorancia de otros mundos disfrutaban de
sus pequeños secretos esperando que el renacuajo llegara a rana o que los
huevos del nido descubierto dejaran nuevos pájaros en el cielo. No tenían
muchas cosas pero tampoco imaginaban que aquellas tierras pudieran traer
regalos como una televisión, un frigorífico lleno de todo o un móvil que
pudiera llevarte por el mundo, mucho más allá de su aro y sus tres amigos de
juegos.
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