viernes, 5 de octubre de 2018


UNA SONRISA EN LA NOCHE
Es hora de disfrutar de los recuerdos de un día lleno de sorpresas.
En la mañana hace mucho que sonrío ante de dejar la cama.
Tenemos mucha suerte de estar dónde estamos…
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            Hace mucho tiempo que me obligué a despertarme con recuerdos bonitos que ponían una sonrisa en la mañana. No eran gratuitas las sonrisas porque tenemos la suerte de haber nacido en un siglo y en un país que hubiéramos firmado si nos hubieran dejado elegir antes de venir a pisar la Tierra. Yo acumulo por las mañana pequeños recuerdos de mi vida pero existen razones más profundas.
            Sabemos que la esperanza de vida casi se ha duplicado en un siglo, que las enfermedades que se llevaban millones de personas por delante están controladas y que tenemos uno de los mejores sistemas sanitarios del mundo mundial. El tiempo que nos han regalado y los cuidados de que disfrutamos es más que suficiente para sonreír cada mañana y no solamente hoy, día internacional en que se acuerdan de ese gesto amable de la cara.
            Nuestras necesidades básicas cubiertas en demasía, entretenimientos para elegir y tiempo para disfrutar porque no tenemos que perseguir los alimentos o estar 14 horas trabajando. Durante décadas unas generaciones han conseguido jornadas laborales llevaderas y unos derechos que debemos defender pero también valorar. No todos los trabajos son agradables, y lo salarios mucho menos, pero estamos en esta parte del mundo dónde se explota a las personas con “prudencia”. Algunos pueden echarse una carcajada que se oiga en el Kalahari porque han tenido además la suerte de disfrutar durante las horas de trabajo… y además les regalaron el tiempo para disfrutarlo con una pensión que décadas atrás no existía.
            La otra sonrisa grande se la debemos a la Península, sin terremotos destructivos, sin grandes tormentas, sin guerras (de momento), sin hambre, sin campamentos de refugiados, con un verano que es la envidia del mundo y una primavera que nos deja soñar con el verde de sus campos. Y si no nos gusta la playa o los campos tenemos unos hogares para inventar los sueños y rozarles con las manos, hasta nos dejan mirar al cielo y hablar con la luna y perdernos en el laberinto de las estrellas.
            Mañana, y todo el año, volveré a sonreír por la mañana porque en estos párrafos no he podido colocar mis recuerdos, mis sueños y, sobre todo, la alegría de saber que comienza otro tiempo de 24 horas para disfrutar de todo aquello que a miles de millones de personas les falta.
            La suerte nos regaló tantas cosas que no podemos dejar sitio a la tristeza.

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