EL
CAMPO SECO
Esperando
el agua y la primavera.
Antes
llamaba el arado, hace muchos años.
La
iglesia sin niños en misa de 11…
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El campo seco, los árboles
acurrucados en sus ramas protegiéndose del frío, los dos esperando la
primavera. No necesita sombras el sol de enero, su luz recuerda las caricias
suaves cuando descansa en tu rostro. El paseo se agiliza, las personas parecen
dormir recuperándose del ajetreo de las fiestas u honrando a los pequeños
vástagos que desenvuelven con ilusión sus juguetes.
Anoche fui a ver sus caras, las de
los niños, a los reyes ni caso, y vi cómo esos 4, 5 y 6 años tenían los ojos
brillantes, poseídos por la magia de los milagros cercanos. Es tiempo de creer
en las maravillas, en los imposibles y, también, en que llegarán regalos vengan
de donde vengan para colmar sus deseos. Los padres disfrutan más que los niños
porque ellos son, como decía en algún pueblo Baltasar, los reyes que hacen
posible que esos ojos tengan vida y esta mañana hayan hecho realidad lo que
soñaron.
El volver del campo solitario,
marrón, he encontrado las calles desiertas. Familias corriendo deprisa a
recoger los regalos de abuelos o tíos y perros que sacaban de paseo a sus
dueños. No había niños luciendo sus regalos en la plaza o compartiendo sus
posesiones con los amigos, son cosas del pasado, hasta los patinetes prefieren
estar en casa en días tan señalados…
De repente me he encontrado con un gentío
que llenaba una plaza. Salían de misa de 11 y se paraban a charlar delante de
la iglesia, mudadas, elegantes, sin prisas. A ojo de buen cubero la media de edad
superaba los 80 años y más del 80 % eran mujeres, tampoco estaban los niños a
la salida de los rezos. Parece que la creencia en los milagros y en la
eternidad va perdiendo terreno en mi ciudad. Es mañana de abuelos tomando el
sol, de abuelas saliendo de misa y de familias con el ritual de los regalos… no
podemos matar la ilusión de padres, tíos y abuelos de cumplir con el ritual de
regalar más de lo que los niños pidieron.
Anoche la luna iluminaba los ojos de
los niños en la cabalgata.
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