ACARICIANDO LOS SUEÑOS

            El rojo del atardecer presagiaba combates, el agua blanca amenazaba en la cresta de las olas la existencia de la playa, los barquitos se alejaban asustados del peligro que el mar arrastraba.
                               

Un paseante solitario observaba como desaparecía lentamente el rojo atardecer entre nubes blancas y cómo los barquitos a la deriva mantenían a flote los millones de sueños que no querían llegar al amanecer sino descansar en la calma de la oscuridad.

Las olas no cejaban en su empeño de acabar con la playa cuando la oscuridad fue invadiendo el rojo, las nubes y los sueños que habitaban en los barcos camino del mañana.

Una luna creciente, con sus puntas entrelazadas por las nubes blancas, hizo sonreír al solitario paseante apartando la mirada de las olas para contemplar como su luz mortecina alumbraba los sueños adormecidos por las olas de una noche de bonanza.